Promesas archivadas, banderas renovadas

Chimbote en Línea (Por: Otra Mirada) El panorama hoy, a tres años del inicio del gobierno de Ollanta Humala, es de abandono de las promesas de cambio que lo llevaron al poder, de pérdida de una extraordinaria oportunidad para encaminar al Perú en un rumbo distinto y por lo tanto de agudización de los problemas frente a los cuales emergió su candidatura.

El caso más grave es el de la política. La falta de legitimidad de los que gobiernan, ante la ausencia de cambios mínimos que acerquen a la población y las autoridades, ha dado paso al cinismo y la corrupción. Los casos de los alcaldes y presidentes regionales no habidos  y detenidos, de los expresidentes acusados y de los continuos escándalos que rodean al Poder Ejecutivo son una muestra de ello. La política se ha establecido así como un negocio deteriorando gravemente la esperanza de millones de peruanos en un porvenir distinto.

Pero el caso de la oportunidad perdida más clamoroso está  en la economía. Como lo dijo el propio Humala en campaña el ciclo de los altos precios de las materias primas iba a llegar a su fin y eso es exactamente lo que está sucediendo. Por más que se exprima a los trabajadores y se deprede al extremo el medio ambiente, no hay solución sino se cambia el modelo de crecimiento económico impulsando la diversificación productiva y la industrialización del país. Si se hubiera aplicado el programa de la gran transformación hoy no estaríamos en este momento de desaceleración. Las recetas económicas alternativas del 2011 vuelven a estar a la orden del día.

Esta forma de entender las cosas al revés, creyendo que los problemas son los trámites y los derechos laborales y ambientales y no el modelo, es lo que lleva a modificar la política ambiental, asumiendo que así se bajan costos y se va a incentivar la inversión.

Cosa parecida sucede con la descentralización. Se busca limitar sus alcances e incluso ponerla en cuestión porque se la considera un experimento muy caro y una molestia para las inversiones en el interior del país. No basta con la recentralización económica que lleva adelante el MEF desde hace varios años, ahora pretenden reabsorber las competencias de los gobiernos subnacionales para gestionar un gobierno más barato y supuestamente más efectivo.

Por último, la persistencia neoliberal ha llevado a un supremo deterioro de los derechos sociales universales en trabajo, educación, salud y pensiones. Paradójicamente el gobierno de Humala se atreve a una expropiación de derechos, entendidos como bienes públicos, a la que no se atrevieron Fujimori, Toledo ni García. El trabajo con derechos se convierte en la excepción, la salud y la educación, al igual que las pensiones, se buscan convertir masivamente en mercancías. El lema parece ser que cada uno baile con su pañuelo.

Dada la situación y el deterioro de la autoridad gubernamental parece difícil esperar otra cosa de este humalismo en el tiempo que le queda. Lo más viable es recoger y ordenar las banderas que han sido abandonadas para lograr un gobierno democrático el 2016 que nos saque del marasmo de la corrupción y devuelva a nuestro pueblo la esperanza de un Perú en camino al bienestar.
 

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