JESÚS ¿Quién eres?(Por Fray Héctor Herrera o.p.)

Chimbotenlinea.com (Por Fray Héctor Herrera o.p.).- Sacerdotes, escribas, fariseos, pensaban en un Mesías poderoso, que iba a restaurar el reino de Israel, expulsar a los romanos. Su concepción: un Mesías de poder. Quizás es la misma concepción que tengamos hoy: un Jesús intimista, que no nos cuestiona, muy apegado a los formulismos religiosos.

Tal vez, sigamos pensando cómo la gente de su tiempo: no tiene que padecer ni morir en una cruz, menos sus discípulos, que a veces ambicionan el poder, el dinero, la comodidad. Jesús mismo nos cuestiona hoy, y nos preguntamos cómo discípulos Jesús ¿quién eres? El relato de Mc. 8,27-35, nos presenta al mismo Jesús en Cesarea de Felipe, camino a Jerusalén. Era consciente que iba a padecer y que en él se había de cumplir la profecía de Is. 50-5,9.

Les pregunta directamente a sus discípulos ¿Quién dice la gente que soy yo? Lo ubican en la línea profética de Juan (v. 28). No lo vinculan con el poder. Ahora el desafío es para ustedes ¿Quién dicen que soy yo? “Tú eres el Mesías”, no sólo un profeta, sino el ungido de Dios, para acompañar y guiar, para ser la luz de las naciones.

Jesús comienza a explicarnos: “el Hijo del hombre va a padecer, ser rechazado por los ancianos, sumos sacerdotes, letrados, sufrir la muerte y luego de tres días resucitar” (v.31). Pedro aquél que lo había confesado, quiere apartarlo de esta misión: “No puede ser”. Es lo mismo que nos sucede a nosotros, cuando se trata de sufrir las consecuencias de vivir en serio el evangelio de Jesús, nos desviamos, a veces del camino.

 Y Jesús le dice: “aléjate, Satanás. Tus pensamientos son de los hombres, no los de Dios” (v.33). Lo que quiere decirnos es vuelve detrás de mí. “Yo soy la Palabra que estaba junto a Dios desde el principio” (Jn 1,1). “Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a los que la recibieron, a los que creen en ella, los hizo capaces de ser hijos de Dios” (Jn 1,11-12).

Acoger a Jesús, es vivir por la fe, su palabra. Pedro y sus compañeros, sólo descubrieron que Jesús es el ungido después de su resurrección. Y dieron testimonio con su vida, que Jesús ha vencido la muerte con su resurrección.

Que él es el Señor de la vida y de la historia. Y que ser sus discípulos no es desligarnos de esta historia concreta de pobres, de injusticias, de ataques contra los que defienden la vida, de querer tapar los crímenes e inmoralidades. Jesús nos enseña como a los primeros discípulos a apelar a la consciencia, a transformar nuestra vida, nuestra inteligencia, sentimientos, como nos recuerda hoy el apóstol Santiago 2,14-18 ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe si no tiene obras? Si no nos solidarizamos y hacemos gestos de amor, de compasión con los desnutridos, desnudos, enfermos, abandonados: “Muéstrame tu fe sin obras, y yo te mostraré por las obras mi fe” (St 2,18).

Los mártires anónimos siguen dando su vida por Cristo, a veces incomprendidos, pero es su fe en el resucitado, que los lleva por el camino de la cruz: en ese pueblo crucificado, que toma conciencia que la resurrección y la vida triunfa cuando hay amor, reconciliación, paz y sobre todo testimonio de vida que va creando nuevas condiciones de corazones dispuestos y entregados a la misión. Su encuentro con Cristo se alimenta con la oración, la Palabra, la Eucaristía y la misión evangelizadora.

Ser discípulo de Jesús es tomar su cruz: «En cuanto a mí, jamás me gloriaré a no ser en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo» (Gál 6,14). La cruz es la consecuencia del compromiso libremente asumido por Jesús para que por Él tengamos vida y demos nuestra vida como él nos enseñó. (Fr. Héctor Herrera, o.p.)