Homilía de Fray Héctor en su 35 aniversario sacerdotal

(Por: Fray Héctor Herrera /12.12.11).- Queridos hermanos y hermanas: Juan Diego se pone en camino, para cumplir con la prueba, pedida por el Obispo Juan de Zumarraga. El es el embajador de la Niña María. En su humilde poncho o tilma, lleva las rosas de Castilla. Camina resueltamente hacia el obispo y le dice: “Padre mío, te traigo la prueba que has pedido a la Señora y Dueña mía… Para que creas que la que me manda es la “Madre del Dios por quien todos viven”…
Para que pongas por obra su ardiente deseo y su voluntad de que se levante, a los pies del cerrito Tepeyac, su Casa “donde Ella pueda escuchar nuestros llantos y secar nuestras lágrimas”… Ella, como prueba, me mandó recoger unas flores sobre el Tepeyac, unas hermosas rosas… Ella misma las tomó en sus manos, las ordenó… Y ahora ¡aquí las tienes! ¡Hazme el favor de recibirlas! Dicho esto, Juan Diego, suelta la tilma y caen las hermosas rosas de Castilla. Pero, el asombro más grande de todos los presentes fue contemplar, en el humilde ayate del indiecito azteca la Rosa más hermosa: la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe (P. 21 Nuestra Sra. de Guadalupe).

Dios se sirve de los instrumentos más humildes para anunciar el Evangelio de Jesús. Con razón nos dice el evangelio de hoy, de Lc. 1,39-45, que María se pone en camino a la montaña de Ain-Karin en Judá para visitar a su prima Isabel. Era el encuentro de dos mujeres: Isabel que lleva a Juan (Yahvé es favorable), quien prepara el camino de Jesús y salta de alegría desde el vientre de su madre, y el gozo que experimenta al ver a María: la “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. Dichosa tú que creíste (vv.42.45).

Anuncio, alegría, gozo, cumplimiento de la promesa de este Dios por quien todos vivimos, nos movemos y existimos. Es en la humildad y en la sencillez, como dirá más tarde el apóstol Pablo: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman, de los llamados según su designio”(Rom. 8,28). Y es por la pura gracia y misericordia de Dios, que nos llama a reproducir la imagen de su hijo Jesús. Somos conscientes, que muchas veces no reproducimos en forma tan clara y transparente la imagen de Jesús, pero estamos llamados a la santidad, a ser mensajeros en medio de un mundo violento, burlón, a sufrir difamaciones y mentiras por causa de su nombre. Pero como hace casi 500 años, el pueblo indígena quería morir porque sus dioses han muerto, aparece la figura maternal de María, encarnada en su propia cultura para presentarnos a Jesús, el Señor de la vida y de la historia. La señora está embarazada. Los aztecas creían en un Dios principal (Ometeotl) que vivía en dos personas. Y esta unidad en la dualidad, la expresaban con dos palabras: cielo-tierra, flor-canto (símbolos de Dios), tierra-sol (fuentes de vida), hombre-mujer (que dan origen a la vida humana), muerte-vida (que se destruyen y crean mutuamente). La cinta negra que ciñe, el vestido rosado de la señora indica que está embarazada. La flor de cuatro pétalos: es la Nahui Ollín, símbolos del Sol y de Dios. María da a luz al “Quinto Sol”, el sol de la justicia “que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1,9). La imagen de Guadalupe fue una buena noticia para el pueblo indígena. Va a nacer el Dios Omeotl, llevado por su Madre, “la que viene volando del Oriente como el águila de fuego”. Luego su Dios no nos olvida.

Recuerdo a la madre Matilde, amiga y maestra que nos decía: “La mejor herencia que puedo dejarles es la fe y una buena educación. Hijo mío, trata a todos por igual. En este camino que has elegido, sufrirás mucho. Muchos te aceptarán, pero también te rechazarán”. Comprendí sus sabías palabras a través de la predicación de Jesucristo. Y comprendía como dice Pablo: “La fe nace de la predicación y lo que se proclama es el mensaje de Cristo? (Rom 10,17). Y esto es lo que he ido comprendiendo apoyado en mis hermanos y hermanas dominicos, cuando nos reuníamos para preparar la homilía desde la misión del vicariato dominico de Chimbote. Luego en las diversas experiencias en otras tierras como Arequipa, Cusco, Trujillo, y en los lugares de visita: Puerto Maldonado y misiones en Jaén. ¡Qué riqueza y sabiduría de Dios, encontrarlo en los rostros más sencillos y humildes de pobres, que son el evangelio viviente para cuestionar nuestra predicación. Y por eso damos gracias a Dios, cuando aquel primer pastor de este pueblo, Mons. Carlos Santiago Burke, o.p. me dijo: “Héctor te ordenaré el 12 de diciembre, día de la Virgen de Guadalupe, para que tu vida sacerdotal esté bajo su manto”. Hoy comprendo que el rostro bellísimo de la Virgen morena, representa nuestro mestizaje, la unión de dos razas. Sus manos juntas, nos indican la oración para invocar al único Dios que quiere que nos tratemos como personas con respeto e igualdad. Sus ojos mirando hacia abajo, representan su mirada sobre todos nosotros, porque somos sus hijos. El manto azul representa el cielo y las doce estrellas, el solsticio de invierno. La túnica color rosa, representa la tierra, la diosa de la vida. Las diez flores pintadas en el manto, indican los distintos números para alcanzar al infinito, Dios. Los rayos representan al Hijo de Dios, llevado por María cerca al centro y los ondulados, vienen de la madre tierra. El hombre águila a los pies de la virgen, con alas, podría ser Juan Diego, el mensajero de la Virgen. Su nombre Cuahtli-coatzín, significa “el águila que habla de cosas divinas”. La media luna, de color negro, a los pies de la Virgen, representa a Méjico. Metz-xi-co en Náhuatk significa en “el ombligo de la luna”.

María, la contemplativa, nos invita a contemplar, a vivir en serio nuestra identificación con Cristo, para cumplir nuestra misión en medio de la Iglesia, en la formación y educación de la fe de la comunidad cristiana, en la motivación a un compromiso cristiano que nos mueva a preocuparnos por la defensa de la vida, de la creación, de los derechos de la persona, a promover a través de los medios de comunicación social una toma de conciencia que la fe en Jesús es hacer realidad en el hoy la construcción de su reino, practicando el amor de Dios en la familia, en la escuela, en la sociedad. Escuchando y viviendo el evangelio en el saber abrir los ojos a la realidad. Y desde allí actuar como verdaderos discípulos y misioneros. Quiero agradecer el acompañamiento de las hermanas dominicas, de ustedes los laicos, de mi familia, de la Iglesia Chimbotana, de la Orden en general. De las personas que oran en los monasterios, en sus casas en los momentos más difíciles de mi vida. Que Cristo me dé la fuerza y la sabiduría para saber comprender y transmitir su Palabra con humildad y transparencia, con tolerancia y misericordia, con alegría y fidelidad en las pruebas. Por eso esta noche renuevo mi consagración ante María:

María de Guadalupe, ante ti renuevo mi compromiso sacerdotal. Cúbreme bajo tu manto para que sea un mensajero de buenas noticias, aún en medio de un mundo violento.

Que busque predicar siempre a Jesús vivo y resucitado, aún en medio de los sufrimientos; que jamás tenga miedo de alabar, proclamar y bendecir el nombre de tu amado hijo.

Bendice a toda la comunidad cristiana, fortalécela en la fe, que no desmaye ante la incomprensión, sino que busquemos juntos crear fraternidad en libertad y en justicia. Amén.