Fray Martín nos enriqueció con su caridad

Chimbotenlinea.com (Fuente Web de la Diócesis de Chimbote).- Martín nació en Lima en 1579, 69 años después de la llegada y defensa de los indígenas de los primeros dominicos, llegados a la Isla la Española (República Dominicana). El fervor de esos primeros evangelizadores, también había calado en estas tierras. Martín era uno de la inmensa mayoría de excluidos socialmente, pero que Dios tenía un proyecto en él, convertirlo en un testigo del evangelio del amor y de la vida.

El era pobre, con un corazón abierto a Dios y a su prójimo. Su humildad lo hacía semejante en todo a los pobres. Y los enriquecía con su amor. Hacía las cosas simples de la vida con amor. Trabajaba con sus manos, procuraba el pan y la medicina para el más necesitado.  Su identificación con Cristo era profunda, que su oración, su contemplación lo llevaba a la práctica de un sincero amor por su prójimo.

Había conocido dos ambientes: el de su padre Don Juan de Porres, que era Gobernador de Panamá y el de su madre Ana Velásquez, que influye con su fe y su amor en Martín.

Un día toca las puertas del Convento de la Santísima Virgen del Rosario. Y allí profundiza:
1. La contemplación de Cristo sufriente en el rostro de los pobres. El amor a la Eucaristía y la protección maternal de María.

2.    El inmenso amor de Jesús hacia los pobres y enfermos. La alegría de servirlo en ellos, curándolos con sus manos.

3.    Ser testigo de la vida: amando la naturaleza y cultivándola, cosechando los frutos de la tierra para compartirlo con los necesitados.

4.    Buscó la justicia de Dios, basado en la caridad y la paz.

5.    Su humildad lo hizo buscar siempre la verdad. Y predicó con el testimonio de vida.

Hoy la figura de Martín, es un ejemplo de vida cristiana que nos invita a ser defensores de la vida como don de Dios. Cuidar y proteger la tierra. Buscar caminos de reconciliación con justicia, para que exista una paz estable.

Martín nos enriquece con su caridad, porque nos hace abrir nuestro corazón a un Dios misericordioso y compasivo, que acompaña al necesitado en su camino. Y  nos alienta a ser mejores personas, a saber leer en los acontecimientos diarios la presencia de Dios, manifestado en su hijo Jesús, a seguir sembrando las semillas del evangelio: la verdad, la justicia, la defensa de los más desprotegidos.

El que escucha a Dios, escucha el grito de los pobres que gimen. Y Martín comprendió esta realidad de la vida. No se dejó abatir por el temor, el miedo, el egoísmo. Buscó y amó a Dios y a su prójimo con sincero corazón.