¡Cambien de camino!

Cuestión de fe (Fr. Héctor Herrera OP) Juan Bautista, nos insiste: “conviértanse, porque está cerca el reino de los cielos”(v.2). ¿Que significa este llamado de Juan hoy en día para nosotros cristianos?. Es cambiar de camino y volvernos a Dios.

Que este cambio se note en nuestra conducta, en nuestra vida personal y comunitaria. Porque sólo damos frutos de conversión cuando hay un testimonio vivo y fuerte, que tenemos un espíritu nuevo. Y sabemos dar testimonio de Jesús, de aquel que ya anunció el profeta Isaías 11,1-10.

Juan como testigo del reino de Dios, nos invita a un cambio radical en nuestra conducta. No podemos ser como los fariseos, que se quedan en lo externo ni como los saduceos, defensores del orden injusto y a quien el Bautista, llama raza de víboras (v.7), porque representan la maldad y la terquedad, opuesta al plan de salvación, que no se traduce en obras y en gestos de justicia en su vida.

Como hoy también nos llamaría así el Bautista, sino demostramos un cambio de camino y seguimos las sendas de la injusticia con decretos que atentan contra la dignidad del ser humano. La conversión tiene que darse en frutos de justicia, en una cercanía a Dios y al hermano
.
El bautismo que predica Juan es un llamado a la conversión, a cambiar de rumbo de vida, viviendo la fe cada día. Pero hace una gran diferencia entre su bautismo y el de Jesús: “Detrás de mí, viene uno que es más poderoso que yo, y yo no soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará con el Espíritu Santo y fuego” (v.11).

Juan nos presenta a Jesús, como el Dios cercano, que acompaña, guía y nos da su Espíritu. Porque como nos ha recordado Isaías: El posee la plenitud del Espíritu de Dios. Y éste es el espíritu que El nos transmite: “espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor” (Is. 11,2).

Aún va mucho más allá. El no juzgará por las apariencias. Y la esperanza que nos da el profeta Isaías, es  que el Mesías prometido juzgará con justicia a los pobres y desamparados (Is.11,4), que muchas veces son víctimas de la injusticia y excluidos de obrar con rectitud.

El llamado de Juan es muy claro: preparen el camino del Señor ¿Cómo? Haciendo las obras buenas que Jesús espera de nosotros: amar con ternura, tener los mismos sentimientos de Jesús, alabarlo. Y “acogernos mutuamente, como también Cristo los acogió en su gloria” (Rom.15,7).

Este caminar de nuevo en la fe, es lo que nos hace personas nuevas, fidelidad a las promesas de Dios, por que El es fiel a esa alianza eterna que ha sellado con la humanidad. Fe que se traduce en obras de contemplación y defensa de la vida, don de Dios, defensa de los derechos de los más débiles, defensa de la libertad de expresión y de búsqueda de la justicia sin violencia de nadie, porque la justicia es fruto de la paz y de la reconciliación. Y ésta se centra en Cristo, Señor de la justicia, la verdad y la paz, a la que todos estamos convocados a realizarla con nuestro testimonio de vida.

DOMINGO II DE ADVIENTO. CICLO A. D. 08.12.2013. MT. 3,1-12.

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