La Buena Nueva exige desprendimiento (por Fray Héctor Herrera O.P.)

Chimbotenlinea.com (Por Fray Héctor Herrera).- Jesús ha venido para anunciar la buena nueva de Dios su Padre y está misión la ha enseñado con su ejemplo a sus discípulos: “Es necesario que anuncie a otros pueblos el reino de Dios”(Lc 4,43). Ahora él envía a sus discípulos de dos en dos, como signo de comunión y de apoyo para dar testimonio del reino. De esto nos habla Mc 6,7-13.
Les da el poder sobre los espíritus inmundos (v. 7). No es el poder ni el dominio de los poderosos de este mundo, es el mensaje de libertad y vida. Es la realidad que tenemos que mirar para que esta buena noticia tenga acogida. Estos espíritus malos se dan en las injusticias y desigualdades, en la falta de respeto por la dignidad de las personas, en la indolencia e individualismo, en la falta de capacidad de dialogar, en las estructuras socio-políticas que excluyen a los pobres, en la insalubridad y subalimentación, etc.

Dentro de esta realidad concreta, la Iglesia continuadora de la misión evangelizadora de Cristo está llamada a ser portadora del Misterio Pascual: anunciar a Cristo muerto en la cruz y resucitado, liberar al ser humano de toda esclavitud del pecado.

Jesús nos enseña que una evangelización nueva, va acompañada de signos de desprendimiento: “no lleven más que un bastón, ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja, sino sandalias y una túnica (v.9). El anuncio del reino es testimonio de vida y una identificación con los más pobres, como lo hizo su maestro; porque la historia humana encuentra su pleno sentido en Cristo (Ef. 1,10).

La misión de la Iglesia, es anunciar la buena nueva que es la liberación integral de todo ser humano. Por eso Jesús les da a sus discípulos el poder de llamar a un cambio de vida, sanar a los enfermos y expulsar a los demonios (v.12-13).
Jesús nos invita hoy a volver al núcleo del Evangelio, para vivir nuestra fe  comprometida en contemplar el rostro de Cristo en los que más sufren, en defender a los débiles y necesitados, en promover la salud, la defensa de la vida, la oración personal y comunitaria, en ir creando nuevas condiciones de vida que creen una conciencia de superar las estructuras injustas, en promover el valor y el respeto de la familia, formar el corazón de niños y de jóvenes que en Cristo hemos sido elegidos por amor (Ef. 1,4)

La Iglesia tiene conciencia que sólo será creíble, si es fiel a su misión: "Porque, si evangelizo, no es para mí motivo de gloria, sino que se me impone como necesidad. ¡Ay de mí, si no evangelizara!" (1 Cor. 9,16). Y estar abierta a los retos y problemas del mundo de hoy.

Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa. (E.N. 14).

“Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad: "He aquí que hago nuevas todas las cosas" (2 Cor 5,17)”(E.N.18)