Dar frutos de vida (III Domingo de Cuaresma)

parabola higuera(Por: Fray Héctor Herrera OP) Lc. 13,1-9 A veces se piensa que un accidente o algún hecho doloroso que pasa en la vida es consecuencia del pecado o de la fatalidad, Jesús cambia esa mentalidad, porque los dirigentes religiosos de Israel se habían desviado del verdadero camino de Dios. De esto nos habla el evangelio de Lc. 13,1-9.

 Jesús aclara ni los galileos asesinados por Pilato o los que mueren aplastados por la torre de Siloé, han sido causa de un castigo o del pecado, como se quiere interpretar algunas veces, ciertos hechos dolorosos. Jesús va mucho más allá: esto tiene sus causas y hay que buscarlas en nuestra manera de comportarnos ante determinadas situaciones. Las formas de vida excluyentes de la sociedad. No podemos ser insensibles e indiferentes.

Jesús nos enseña a volver nuestro corazón a Dios, a cambiar nuestra vida, nuestra conducta. Porque el Dios en quien creemos es un Dios que entra en tu vida personal, en nuestra historia, como entró en la vida de Moisés, lo llama por su nombre y se manifiesta en una alianza: “Yo soy el Dios de tus padres quien me envía a ustedes a liberarlos”(Exz 3,15)

 Jesús nos enseña a escuchar en los acontecimientos de la vida diaria la voz de Dios. A través de la parábola de la higuera que no da frutos nos hace reflexionar que el pecado está en los apetitos desordenados, la codicia, la ambición, el irrespeto por la vida, la  explotación de niños y niñas, la trata de personas.

Dios  espera nuestra respuesta de amor y fidelidad. Sin embargo no se dan esos frutos del amor y del respeto por la vida de cada ser humano. Ese fruto de justicia que va mucho más allá de dar a cada uno de lo que le corresponde, que se traduce en compasión, en misericordia, en cercanía de un Dios que actúa a favor del pobre e indigente, que lo conduce a la paz.

Jesús quiere un cambio  en nuestra vida personal para obrar el bien. Esa higuera somos nosotros: tenemos que dar frutos de vida, porque a cada uno le ha dotado de dones para el servicio del bien común. Es importante liberarnos del miedo y del temor, porque se nos ha dado un espíritu de libertad para dejarnos conducir por el Espíritu de Dios para dar frutos de vida (Gal 5,16.22).

Dejémonos iluminar por la luz de la fe. Y cuando nos encontramos deprimidos, sin esperanza busquemos a Cristo que es luz. Porque Él nos ayudará a caminar de nuevo y  saber vivir de una manera más positiva,  amarnos,  sanar las heridas y poder decir yo creo en el Dios que me salva, me libera y me ayuda a ser más persona.

Esto nos permitirá ir construyendo comunidades de fe, que van liberándose de los miedos, atentos a los acontecimientos de descubrir las raíces del mal que no nos permite ser personas libres, capaces de pensar y reconocer que esa viña, que es el pueblo de Dios: la Iglesia, estamosllamados a vivir existencialmente el mensaje de Jesús, a comprometernos por escuchar la voz y los sufrimientos del pueblo, para descubrir que ese Dios compasivo y misericordioso nos lleve a una verdadera reconciliación donde todos los seres podamos vivir como hijos libres y como hermanos, cuyos frutos de perdón, de fidelidad, de compromiso por crear formas de vida más justas y humanas las hagamos realidad para ser sus verdaderos hijos.(Fr. Héctor Herrera, o.p.)