Día Internacional de la Mujer: resiliencia y éxito en la acuicultura de la Selva Central.

Chimbote en Línea.- La acuicultura en Puerto Ipoki tiene rostro de mujer. En este centro poblado del distrito de Pichanaqui en Chanchamayo, Junín, vive Fabiola Gálvez Vargas. Ella hace más de 12 años vendía cítricos. Le pagaban S/12 por ocho kilogramos de naranja. Los bajos precios la llevaron a buscar nuevas fuentes de ingresos. El cultivo de paco, un pez característico de la Amazonía peruana, surgió como una alternativa rentable. Transcurría el año 2012. Fabiola aprendió sobre la crianza del paco en un taller dictado por la municipalidad de Pichanaqui para combatir la desnutrición infantil.

En un terreno a orillas del río Perené construyó su primer estanque. Sembró 800 peces y así puso la primera piedra de Agroindustrias Chanchamayo, la empresa que lidera junto a su familia desde el 2019. Ni en sus sueños más remotos, Fabiola imaginaba convertirse en empresaria acuícola. El lugar donde había instalado su primera poza era árido y absorbía el agua. Cada vez que se vaciaba, volvía a llenarla con una motobomba. Sin embargo, su resiliencia y el acompañamiento del Ministerio de la Producción a través del Fondo Nacional de Desarrollo Pesquero (FONDEPES) fueron los pilares que la ayudaron a salir adelante. En sus inicios, la capacidad de producción de Fabiola alcanzaba los 800 peces al año. Actualmente, se sitúa entre los 10,000 y 20,000 ejemplares. Este ascenso no ha sido gratuito.

En todos estos años ha tenido que sortear innumerables dificultades. La prueba más difícil fue la pandemia del Covid-19. En el 2020, había planificado elevar sus ventas durante la Semana Santa. Tenía en sus estanques alrededor de 10,000 peces listos para comercializarse, pero la gente no salía de su casa por temor al contagio y no había a quien venderlos. Los pocos clientes que llegaban hasta su centro acuícola compraban entre 2kg y 3kg. Sin embargo, los grandes problemas también generan grandes oportunidades. La Municipalidad de Pichanaqui convocó a Fabiola a una feria para ofertar su producto. Era la única que vendía pescado. Entre abril y mayo agotó sus reservas y sus estanques quedaron vacíos. Se había librado de una de sus principales preocupaciones. Cuando volvió a poblar sus estanques surgió un nuevo problema. Los alimentos para los peces se encarecieron.

El precio del saco de producto balanceado pasó de alrededor de S/80 a S/145. En medio de este escenario oscuro, Fabiola encontró un aliado. El FONDEPES le otorgó un crédito supervisado. El periodo de gracia de hasta cuatro meses y las bajas tasas de interés de entre 3% y 7% fueron cruciales para que continúe con su cultivo. En paralelo, Fabiola enfrentaba una nueva dificultad: los peces de sus estanques tenían las mismas edades y se vendía toda la producción al mismo tiempo, y cada vez tenía que empezar desde cero. Unos conocidos le hablaron de una plataforma web donde el FONDEPES brindaba talleres gratuitos sobre el manejo adecuado de la crianza de peces.

Se trataba del programa “Sábados de Acuicultura” que esta entidad imparte desde el 2020 a través de Zoom. Fabiola desconocía el manejo de esta plataforma que la pandemia puso de moda. Sin embargo, se familiarizó muy rápido, y su teléfono móvil se convirtió en un aula virtual. Aprendió desde el manejo de cultivos para aprovechar al máximo los espacios de agua hasta el desarrollo de estanques de geomembrana.

En los últimos años, la perseverancia y la disciplina han sido las principales virtudes que han caracterizado a Fabiola. Al igual que los millones de mujeres peruanas también destaca su capacidad de innovar.  Después de la pandemia, empezó a vender hamburguesas y chorizos de paco. Ella está feliz por sus logros, y sus sueños continúan siendo impulsados por sus peces que nadan en calma a orillas del río Perené.

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