Soy yo, no teman

Chimbote en Línea.- Mt 14,22-33: Jesús, manda a sus discípulos a pasar a la otra orilla. Es la comunidad en salida a anunciar la buena nueva a otros pueblos.

La barca representa a la comunidad cristiana y a las comunidades cristianas, la Iglesia sacudida por la incredulidad, los escándalos. Los discípulos sienten miedo, quieren abandonar, “porque el viento es contrario” (v.24).

Jesús sale a su encuentro, como lo hace hoy. Los discípulos sienten miedo, pensando que era un fantasma (v.26). Hoy sentimos miedo de encontrarnos con Jesús y con los excluidos. La fe es un proceso, crece y madura en medio de las dificultades. Jesús nos responde: “¡Animo soy yo, no tengan miedo! (v.27).
Pedro camina hacia Jesús, cuando siente que se hunde, le dice a Jesús ¡Sálvame! Jesús le dice ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado? (v.30-31). Sentimos dudas como Pedro. Si confiamos en Jesús, nuestros miedos se transforman en fe, vida, valentía. Lo descubrimos como el Dios con nosotros. Decimos como los primeros discípulos: “Verdaderamente eres Hijo de Dios” (v.33)

“Este episodio es una imagen maravillosa de la realidad de la Iglesia de todos los tiempos: un bote que, a lo largo del cruce, debe enfrentar incluso vientos en contra y tormentas, que amenazan con volcarlo. Lo que la salva no son el coraje o las cualidades de sus hombres: la garantía contra el naufragio es la fe en Cristo y su palabra. Esta es la garantía: fe en Jesús y su palabra. Dentro de este bote estamos a salvo, a pesar de nuestras miserias y debilidades, especialmente cuando nos arrodillamos y adoramos al Señor, como discípulos que, al final, "cayeron ante él, diciendo:" ¡Realmente eres el Hijo de Dios! “» (V. 33). Qué hermoso decirle a Jesús esta frase: "¡Tú eres verdaderamente el Hijo de Dios!" (Ángelus Papa Francisco 13.8.2017)

Jesús sale a nuestro encuentro, no para suprimir las dificultades que tengamos, sino para darnos confianza, tendernos las manos para acogerlo y comunicarlo a los demás con alegría y valentía. Hemos recibido el don de la fe, no para guardarlo para nosotros mismos, sino para anunciarlo con alegría. Confianza, compartir y darnos esperanza para encontrar este Dios que nunca nos abandona, sino está allí en medio de las dificultades para que crezcamos y maduremos en nuestras vidas. (Por fray  Héctor Herrera, o.p.)

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