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María, la Madre del Señor, una figura verdaderamente excepcional

Chimbote en Línea (Por: Mons. Ángel Francisco Simón Piorno)  El mes de mayo es el mes de María, la Madre del Señor, una figura verdaderamente excepcional. En una época como la nuestra, marcada por la increencia y el agnosticismo que han contaminado a muchos católicos, es una obligación de los creyentes hablar de ella y presentarla como la mujer creyente. Lo haremos en la medida que nuestro corazón lata como late el corazón de un hijo.

María, cuando el ángel le anuncia que es elegida por Dios Padre para ser la Madre del Salvador, no se fió tanto de la lógica humana que le decía que era imposible compaginar maternidad y virginidad, sino que se apoyó en el poder de Dios para el cual no hay nada imposible. María creyó a la Palabra divina. Su prima Isabel la llamará dichosa, bienaventurada, ya que se cumplirá todo lo que Dios le ha prometido, tal como le anunció el ángel.

Ella es la bendita, porque es bendito el fruto de su vientre. Así la sintió la primitiva comunidad cristiana que ha puesto en labios de Isabel aquello que la Iglesia naciente confesaba acerca de la Madre del Señor.

Desde su experiencia religiosa y creyente, María es capaz de profetizar el designio de Dios sobre nuestro mundo. En algún momento la historia de los hombres experimentará la fuerza que viene de lo alto. Llegará un día en que quedarán destruidos los planes de los soberbios y de los arrogantes, los poderosos serán derribados de sus tronos, los humildes de la tierra serán enaltecidos, los hambrientos se saciarán y los ricos quedarán con las manos vacías.

¿Es una utopía el cántico agradecido de María? ¿Se realizará el proyecto de Dios? Sin duda alguna, sí. Dios lo ha prometido y su palabra es eficaz. Todos aquellos que se sienten desbordados y apabullados ante tanta violencia, injusticia y opresión, mediten con detenimiento las palabras del Magnificat, que abren la historia a un desenlace justo y feliz. (Publicado en Mar Adentro, mayo 2015)