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Credibilidad perdida: ¿qué hacer? La reconstrucción de Áncash

Chimbote en Línea  (Por: P. Alex Gordillo) Para nadie es desconocido que el grado de corrupción en la política “mal ejercida” en estos últimos años ha desencadenado muchos males sociales y hoy se encuentra desacreditada y desvirtuada en su ejercicio en Áncash. 

Males que se reflejan en ese lamento cotidiano que se agudiza en muchos sectores de la población en este tiempo de elecciones: “Ya no está al servicio del bien común, ya no, solo sirve a los  intereses particulares y económicos de unos pocos” exclamaba un taxista, que con una mirada llena de desconfianza   y tristeza observaba absorto, la multitudinaria caravana  de carros, adornados con afiches de un candidato que paseaba por las calles.

¿Qué hacer, exclamaba, con voz entrecortada? Ante esta “conciencia de sufrimiento palpable en nuestra tierra, “hemos de acoger como cristianos la invitación del Papa Francisco quien nos invita en su exhortación acerca “de la alegría del evangelio”, “a tocar las llagas de Cristo que sufre en su Pueblo, en este caso su Pueblo Ancashino y acercarnos como buenos Samaritanos a imagen de Jesús médico por excelencia de las almas y de los cuerpos para salir de tal postración.

Y lo primero que ´podemos señalar al acercarnos en esta breve reflexión al pueblo ancashino en sus 20 provincias, en torno a la política mal ejercida o corrupta, es que se identifica una herida muy grave y que nos ha sumergido a todos en el desconcierto.

En el sentir de la mayoría, pareciera que existe un convencimiento: que “don dinero” se ha instalado en Áncash para gobernar desde esos Andes llenos de oro y desde esos sillones de poder, buscando corromperlo todo con tal de mantener el control para sus intereses.

Cuántos de sus súbditos quisieran que todo se pase por alto y se guarde silencio para seguir manteniendo esos intereses particulares y ególatras que “destruyen Áncash”. Menos mal que el Señor no abandona nunca a su pueblo, y se acerca para socorrerlo siendo siempre fiel a su alianza: “ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios” canta la sagrada escritura.

Hoy como buen Samaritano se acerca para curar sus heridas. Pareciera parafraseando unos de los cuentos de don Ricardo Palma de que aquí muchos “le vendieron su almilla al diablo”. Estos son los que perdieron el horizonte, oscurecieron su conciencia deformándola y convenciéndose de sus falsas certezas sacrificaron a muchos hombres y mujeres, le rindieron homenaje y tributo a “don dinero”, infectando y agravando ésta pérdida del sentido correcto de la Vida, arrastrando a toda una Región orientándola a su destrucción.

Frente a este atropello, hemos de reconocer con tristeza que en el legado para nuestra historia, se ha escrito una página triste para la memoria, un grave reproche, “el hecho de no haber podido evitar tantas muertes producto de esa impunidad que ha marcado a nuestra región”.

Sentimientos de resentimiento e impunidad sobreabundan junto a ese llamado “pensamiento débil” que brota de esa “conciencia lapsa, falsa, errónea, débil, sin principios, carente del ejercicio de valores morales” que no distingue lo bueno de lo malo, porque solo mira intereses relativizándolo todo. Hoy muchos sin el mayor escrúpulo se acostumbraron  a tenerlo todo fácil bajo esa falsa justificación de tener como bastión de “la verdad” esa concepción errónea de: “la constancia en la relatividad del tiempo” en donde lo relativo fue dinero fácil, claro está.

Frente a estos hechos hoy el “Señor  ha escuchado el clamor de su pueblo y como buen Samaritano, se acerca siempre para sanar sus heridas y corregir el camino. En esta ocasión busca nuestra colaboración para sanarnos de esta manera de pensar y de concebir la Vida, “el hecho de obtener poder y dinero fácil”.

Hoy el Señor nos llama a reformar esa conciencia moral deforme, “santuario en donde resuena la voz de Dios” que en este tiempo provoca contradicción dada las resistencias y que están a la vista, cinismo y mediocridad en el ejercicio  político. Quizás el recuperar esa credibilidad perdida en las  instituciones públicas y privadas, entre los distintos sectores tomara tiempo pero hemos de comenzar ya, si queremos consolidar la paz social, ese bienestar personal y social, de la que hacemos el cometido de esta breve reflexión: “La toma de conciencia del trabajo a realizar como cristianos frente a esta realidad desafiante.

No sirven los lamentos el daño está hecho, el “mal tomó forma y buscó legitimarse”: “coimas en las instituciones, calumnias o mentiras, difamaciones a sueldo en los medios de comunicación social, etc.  Creando situaciones que poco a poco golpearon la conciencia de nuestro pueblo, muchas veces indiferente y de escasa formación moral espiritual, en nuestros “niños y jóvenes”, expresión de esto son esos “ jóvenes sicarios” y esos pobres niños ludópatas, llamados hijos de esta “generación net”.

Por ello ante la gravedad de estos hechos ocasionados por esa estructura visible de corrupción y frente a la llamada del Señor a acudir con prontitud  al dolor del prójimo, de nuestro Pueblo ancashino, hemos de recordar: “Que es parte de la doctrina cristiana respaldar toda iniciativa humana que busque “defender el bienestar social, la dignidad humana, el respeto a la Vida humana y en la creación”. Así la educación y la formación de la conciencia social.

En el número 36 del documento conciliar del Vaticano II de los Padres sinodales “Luz para todos los Pueblos” se nos exhorta:  “Que todos los laicos,  es decir los no consagrados, frente a la política mal ejercida que incita al mal, al pecado cumplan con  la  urgente obligación de coordinar fuerzas” es decir de organizarse, “para sanear las estructuras y los ambientes del mundo que incitan al pecado, de manera que todas estas cosas sean conformes a las normas de la justicia y más bien favorezcan que obstaculicen la práctica de las virtudes. Pues solo “obrando de este modo, se impregnará de valor moral la cultura y  se podrá introducir en la sociedad el mensaje de la paz.

Hoy necesitamos más que nunca de cristianos comprometidos con los que sufren, pues en palabras de escritor y político Irlandés, Edmund Burke: “Para que el mal triunfe, sólo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”.

Quiero terminar este artículo recordando las palabras de Juan Pablo II, “modelo de fe” canonizado hace unos meses, frente a quienes prefieren el silencio cómodo:  “No hay nada más falso que te impongan una verdad por la fuerza; no hay nada más hermoso que te sugieran la verdad porque te aman”.

La toma de conciencia de estos hechos empieza por uno y por casa y hemos de corregir el camino cada vez que nos alejamos.