Reconstruir Áncash: ¿qué hacer?

Chimbote en Línea.-Una de las consecuencias de la política mal ejercida en estos últimos años en Áncash y el país, es el haber desacreditado y desvirtuado este noble ejercicio ciudadano, clave para el desarrollo. Esta situación se refleja en los lamentos de los ciudadanos que se agudizan en este tiempo de elecciones.

“La política ya no está al servicio del bien común, solo sirve a los intereses particulares y económicos de unos pocos” exclamaba un taxista, quien con una mirada llena de desconfianza  y tristeza observaba absorto, la multitudinaria caravana  de carros, adornados con afiches de un candidato a la región.

¿Qué hacer, exclamaba, con voz entrecortada?
Ante esta conciencia de sufrimiento palpable en nuestra tierra, hemos de acoger como cristianos la invitación del Papa Francisco que nos invita en su exhortación  “La alegría del Evangelio”, “a tocar las llagas de Cristo que sufre en su pueblo”.
Así nos invita a tocar las llagas de su pueblo ancashino y a acercarnos a esa realidad, como buenos samaritanos, para intentar salir de tal postración provocada por la corrupción.

ACERCARNOS A ELLA

“Llorar con los que lloran” pedía San Pablo (Rom 13, 15) Y reconocer, que se ha escrito para nuestra historia, una de las páginas más tristes para la memoria. Ese grave reproche, “de no haber podido evitar tantas muertes producto de esa impunidad que ha marcado a nuestra región”.

No sirven los lamentos, el daño está hecho. El mal tomó forma y buscó legitimarse: coimas en las instituciones, calumnias o mentiras, difamaciones a sueldo en los medios de comunicación social, etc. Todo ello generó situaciones que, poco a poco, golpearon la conciencia de nuestro pueblo, muchas veces indiferente y de escasa formación moral espiritual. Sentimientos de resentimiento e impunidad sobreabundan en muchas familias enlutadas de nuestra región, producto del accionar de aquellos líderes políticos, con una conciencia oscurecida por el dinero y poder, sin  horizonte cierto, sin capacidad de distinguir lo bueno de lo malo, cegados por sus intereses y pecados.

QUÉ HACER
Observar las enseñanzas de la Iglesia.

Recordar frente a la gravedad de estos hechos, ocasionados por esa estructura visible de corrupción, “Que es parte de la doctrina cristiana respaldar toda iniciativa humana que busque defender el bienestar social, la dignidad humana, el respeto a la vida humana y en la creación”.
En el número 36 del documento conciliar del Vaticano II de los Padres Sinodales “Luz para todos los pueblos” se nos exhorta:  “Que todos los laicos,  es decir los no consagrados, frente a la política mal ejercida que incita al mal, al pecado cumplan con  la  urgente obligación de coordinar fuerzas”; es decir de organizarse, “para sanear las estructuras y los ambientes del mundo que incitan al pecado, de manera que todas estas cosas sean conformes a las normas de la justicia y más bien favorezcan que obstaculicen la práctica de las virtudes.
Solo obrando de este modo, se impregnará de valor moral la cultura y  se podrá introducir en la sociedad el mensaje de la paz. Además hemos de observar las enseñanzas y recomendaciones de nuestros obispos para este tiempo.
Cultivar una conciencia sana.

Hoy el Señor nos llama a reformar esa conciencia moral deforme, santuario en donde resuena la voz de Dios. Nos urge cambiar esa manera de pensar y de concebir la vida, el hecho de obtener poder y dinero fácil y hemos de comenzar por nosotros mismos, nuestras familias.
Trabajar por recuperar esa credibilidad perdida.

Quizás el recuperar esa credibilidad perdida en las instituciones públicas, privadas y entre los distintos sectores tomará tiempo pero hemos de comenzar ahora, si queremos consolidar la paz social y el desarrollo social.
Hoy necesitamos más que nunca de cristianos comprometidos con los que sufren, pues en palabras de escritor y político Irlandés, Edmund Burke: “Para que el mal triunfe, sólo se necesita que los hombres buenos no hagan nada”.  Pedimos al Señor, la gracia de sentirnos parte de la construcción de esa nueva sociedad, libre de pecado y corrupción. (Por: P. Alex Gordillo- Publicado en Maradentro)

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