Unos muertos a los que recordar

 desaparecidos de santa velatorio 2(Colaboración: Germán Torres Cobián) Todos  conocemos el caso de la desaparición forzada y asesinato de los nueve trabajadores de Santa por el Grupo Colina;  y se ha hablado bastante del hallazgo de sus sepulturas. Se sabe también  del  empeño de la Comisión de Justicia Social de la Diócesis de Chimbote para la devolución de los cuerpos que por fin serán dignamente enterrados. Pero, lo que aún no ha quedado claro es la responsabilidad y condena de todos aquellos que propiciaron y encubrieron  desde las sombras este alevoso atentado.
Estoy en Santa, en el lugar donde empezaron los  hechos,  intentando rehacer  el  vía crucis hacia la muerte que padecieron esos hombres inocentes y que  solo una  minoría conoce sobradamente.  Esa minoría que ejecutó  uno de los más execrables crímenes que se hayan cometido en este país. Y  es agobiante hacerlo ahora, bajo los rayos de un ardiente Sol primaveral, en esta hora difícil del mirar hacia atrás y el mirar hacia adelante.

Al pensar en los asesinos me pregunto: ¿qué laya  de personas  fue  capaz de  perpetrar  un acto de semejante violencia?, ¿cómo tuvieron  esa necesidad morbosa, por los motivos que fueren,  de cometer tal acto de crueldad  seguramente escuchando los gritos de sus víctimas implorando misericordia?, ¿qué hombres bien nacidos podrían ser capaces  de secuestrar, torturar, asesinar y enterrar a unos  seres humanos indefensos? desaparecidos de santa pap

Tal vez la respuesta la tendríamos si pudiéramos hurgar  en las  mentes  psicópatas de los criminales que ahora  alojan esa acción como cualquier otro recuerdo y  no como un efluvio maligno, una maldición, o una herida putrefacta.

Se sabe que las primeras noticias sobre las circunstancias en las que fueron secuestrados los  nueve  trabajadores santeños, fueron confusas  y dispares. Contribuyeron a  acrecentar un clima de terror engendrado por la subversión y el Estado en nuestro país, desde  mucho tiempo atrás.

Ahora, mientras recorro el trayecto que va desde  los lugares en los que fueron arrebatados estos inocentes de sus hogares,  hasta el desierto de Huaca Corral donde fueron inmolados y sepultados, pienso que el suceso tiene una doble dimensión. De un lado tenemos  los datos que ya conocemos todos.  

Del otro, la gravedad  social para sus familiares. Creo que sólo insistiendo en este segundo aspecto del tema, puede alcanzarse la  definitiva justicia, más no el olvido.

No es mi pretensión en este momento sentar derecho, razón o equidad, entendidas estas expresiones  como restauración de la situación en el estado en que estuvo antes de que la gavilla de sicarios de Fujimori y Montesinos quitara la vida a unos seres humanos honrados. Bien lo quisiera, pero, por desgracia, la justicia en ese sentido estricto, es  imposible.

Nadie puede  devolver la vida a estos jóvenes, ni  es posible juntar   las lágrimas que han derramado  y aún derraman  sus familiares que, además de haber perdido a uno o dos de sus miembros, andaban por el pueblo en silencio, como sombras, como avergonzados de algo, rogando por la aparición de sus parientes.

desaparecidos de santa curcesAquí y ahora, sólo quiero  proclamar en voz muy alta, que los nueve vecinos de Santa  sufrieron una muerte que nadie se merece;  y quiero  decir que sus familias,  no sólo perdieron a quienes tanto amaban sino que soportaron más tarde el oprobio y la humillación de las autoridades.

Quiero  declarar aquí, que los fallecidos y sus familiares, fueron y son personas  dignas, y que tienen el derecho a caminar con la cabeza bien alta. Si alguien debe sentir vergüenza es el Estado, por haber tardado casi veinte años en devolver los  cuerpos de sus seres queridos y por estar mezquinando una reparación civil que es un imperativo impostergable.

Del mismo modo que es inicuo y perverso el hecho de que algunos pobladores se opongan a que en Santa se perennice el recuerdo de sus ciudadanos inmolados. Quiero dar mi abrazo solidario a quienes han sufrido con paciencia, pero que han reivindicado tenazmente su derecho a que se devuelva a sus hijos, hermanos, padres. desaparecidos de santa pap
Todo ser humano tiene la facultad del duelo por parte de aquellos que lo amaron en vida. Y ese duelo exigía la presencia de los  cuerpos con el fin de darles sepultura. Siempre he creído que Santa es un  buen sitio para vivir. Y  ahora pienso que es un buen lugar para velar el  sueño eterno de estos inocentes.

Regreso a Chimbote  con el crepúsculo, evocando aquel período de salvajismo y pesadilla que vivió el Perú entre 1980 y mediados  los años 90 (en el que las desdichadas víctimas de Santa sólo fueron algunas más), y  no puedo evitar  el recuerdo de unos versos de “El Cuervo”,  ese grandioso poema de E.A. Poe: “(…)/Y entonces yo me dije, apenas murmurando: / Muchos  amigos se han ido antes; /como la aurora al despuntar, /Y como me dejaron mis esperanzas. /Y  entonces dijo el ave:”Nunca-más.”