¿Tiene Chimbote los delincuentes que se merece?

Por: Germán Torres Cobián

Decía J.A. Lacassagne (1834-1924), médico y criminalista francés, que “las sociedades tienen los criminales que se merecen”, que “el criminal es sólo un microbio que cobra su importancia el día en que encuentra el  caldo de cultivo  que lo hace fermentar”, que “es el medio social el que permite y hace posible que se manifieste la conducta delictiva del individuo”.

(Foto Chimbotenlinea.com)

 

La pregunta es: ¿Tiene Chimbote los delincuentes que se merece?, ¿se ha convertido esta ciudad en caldo de cultivo para la proliferación de la criminalidad? Da la penosa  impresión de que así es, porque  jamás hemos visto  en  las urbes en las que hemos vivido o visitado, lo que estamos viendo ahora en nuestro puerto.

¿Será posible que todos los días  desayunemos con un nuevo  asesinato  y otro robo en nuestras casas o calles, amén de  nuevos  escándalos de corrupción en la administración pública local y regional? Los delitos ya no se ejecutan a escondidas. Ahora  se hacen a plena luz del día,  con la presencia de testigos en los casos de muertes y atracos, y  a vista y paciencia de quienes  nos vemos afectados por  aquellos que están realizando obras licitadas fraudulentamente y  sobrevaloradas: el caso de la avenida Pardo es representativo. Los promotores y constructores de esta chapuza están robando  millones de soles delante de  nuestras narices.

 Pero, ¿de dónde ha surgido tamaña delincuencia en Chimbote?, ¿su aparición es  consecuencia de la  pobreza, el desempleo, la desastrosa educación pública? Cada uno de estos  factores aporta su cuota para el  apogeo de la criminalidad  en nuestro puerto. Sin embargo, la desgracia que supone vivir en estado de inquietud constante  por  la amenaza de delincuentes de poca monta, estafadores de cuello blanco y asesinos.

También  se debe a la indiferencia de la sociedad chimbotana que está permitiendo el fomento que hace de esa criminalidad y corrupción, la mafia que ahora detenta el poder económico y político apañada por la incompetencia y venalidad de quienes administran justicia.

El despilfarro del dinero público de que se hace gala en Chimbote ha atraído a facinerosos de todo el Perú; pero, los malhechores  también están dentro de la administración local y regional.  Algunos casos de asesinato y  robo del erario público todavía sin resolver  (en el que están involucrados aquellos que ahora  tienen ocasionalmente el poder), es preocupante.

Asimismo, la ciudadanía se queda perpleja cuando, merced al trabajo ineficaz  de un fiscal o   un juez (o jueza), ve cómo la actuación punitiva de los criminales termina en una citación de comparecencia o en una condena no efectiva, aun cuando los delitos cometidos merecen la detención de los malhechores por razones de peligrosidad, repulsa y  alarma social. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que se ordene comparecencia a un sujeto que fue encontrado con un cadáver en su coche o a un grupo de delincuentes que se enfrenta a tiros con la policía? Esto es una locura jurídica.  

Este tipo de decisiones es una  grave ofensa para los chimbotanos, provoca el aumento  del  rechazo de los ciudadanos hacia los poderes públicos y supone un menosprecio a los agentes de policía honestos  que cumplen con sus funciones.

Lo que indigna es que todos estos despropósitos se intentan ocultar  por parte de quienes los promueven. Lo ven pero  lo niegan;  o puede ser que hayan llegado a un  estado de ceguera, necedad y estupidez que les impide salir de sus discursos hueros, repetidos y refractarios a reconocer lo evidente;  discursos mendaces  de autobombo, de auto propaganda, magnificados y repetidos como cotorras  por los  conocidos y despreciables  locutores mercenarios  que están bajo sus órdenes.

Frente a   este estado de cosas,  no está lejano el día en que haya  una protesta social generalizada. Porque el pueblo  ya está harto de  delincuencia, de  promesas incumplidas, de la  mala gestión y  corrupción que se  observa  en  el aparato público municipal y regional. Eso lo saben aquellos que  están apoltronados en el Gobierno local y regional, y  si no lo saben o no quieren saberlo, que dejen de ser autoridades, y que sean  lo que siempre han sido: mediocres y ridículos.