Reporte en el muelle

(Por: Ricardo Ayllón)
1
Este es el territorio,
el brazo, el fragor,
la máquina suelta de la espera,
la ebullición perdida en el cielo,
                    en el corazón.

Este es el puerto,
el agua viva,
la arena,
          la casa del hombre,
su cimiento,
la costra abierta en la piel.

Este puerto que es ave lograda,
                 isla sonora,
                 playa en la arena,
                 lancha surcando
                 la luz y el respiro.

Y esta,
          esta bahía que borbota
          en los labios de todos,
es savia,
vino blanco rociado en las manos,
lluvia certera sobre la gente,
camino que coge caminos.

2
Este es el territorio inyectado de espera.
Península,
duna trazada en el tiempo.
Sangre del testimonio
sobre una hoja blanca.

Hablo desde aquí,
desde la mano que cuelga a un lado
y se restaura con esta boca abierta
escribiendo a solas.

Pronuncio estas palabras
por lo poco que cuesta instalarse
en el sueño del puerto.
Digo Pez,
digo Mar,
digo Red,
           Calle.
Digo
         y es esta mano
la que me sujeta
el corazón hacia arriba,
en la boca.

3
Este,
       el puerto metido en sus calles,
       el llanto respirado en la tierra,
        es cosa de ver desde arriba.

Yo atravieso su pecho caliente,
su respiro agotado,
su hambre de luz,
y aclaro las cosas:
                         Este puerto,
                         costa erigida al apremio.

Y no lo digo en silencio,
lo dejo estallar frente al hombre y sus ojos,
lo traigo como certeza
de que la injusta riqueza del hombre
habrá de parir razones honestas.

Esta es la máquina sin esperanza,
lo estoy diciendo ya,
la tierra desnuda en un mercado de telas,
la casa del artista del hambre,
la voz que clama en el desierto.

4
Hoy me ha tocado su abismo
húmedo y tibio,
su corazón como un latido de sal;
su canto, murmullo del mar.

Hoy es el tiempo del grito y el fuego,
del amor en las islas,
del llanto en las aguas,
de un trazo eterno.

Este es el territorio de la gaviota sedienta,
su canto chillándole al sol.
El quejido áspero de mi voz
que no se sujeta ante el mal.