Odiosas comparaciones: La TV en Chimbote y Trujillo

(Por: Manuel Chiroque Farfán) Siendo hidalgos, los trujillanos nos han sacado ventaja casi en todo, y la TV no ha sido la excepción.  Diez años después de la aparición del primer canal chimbotano (canal 31 se fundó en el 2002) nuestras producciones  aún pugnan por dejar su característica precariedad, mientras en la capital liberteña ya compiten con sistemas de producción cercanos a sus pares limeños.

¿Cuándo se marcó la diferencia? Desde el inicio.  En los casi 10 años que trabajé en la televisión de Trujillo  jamás vi un programa sin editar. Por eso cuando llegué a Chimbote, en el 2005, me llamó la atención lo artesanal de su producción, con cámaras caseras, imágenes en bruto al aire y una aburrida supremacía de bustos parlantes.

La diferencia la marcaron los empresarios, los comunicadores, los anunciantes y el público.

Empiezo por las cabezas. El impulsor del primer canal que surgió en Trujillo transitó una década como concesionario de Global Televisión, Ricardo Cruzado tenía claro que “la televisión es un negocio caro”. Por eso sus tarifas publicitarias parecían irracionales, pero persistir en ellas  – y reducir al mínimo los costos – mantuvo su negocio a flote y hoy su cadena Sol TV abarca desde Piura hasta Huaraz e incluso se ve a nivel nacional por Claro TV.

En Chimbote, los primeros canales surgieron como un “anexo” de otros negocios y optaron por baratearse para cubrir los gastos del mes. Hasta hoy la mayoría depende de otros ingresos (léase aportes políticos).  

En Trujillo el anunciante se resistió tanto como aquí, pero hubo un segundo factor: ideas frescas para una programación atractiva. Los avances informativos cada hora “jalaban” a un público habituado a la televisión limeña, los noticieros estructurados primaron sobre las extensas “opiniones”, y los videoclips piratas han dado a pase a musicales y entrevistas con Gianmarco, Amén, Olga Tañón, Adal Ramones, por citar algunos.

Magazines turísticos, consultorios y programas de cocina alternan con shows infantiles y transmisiones en vivo de la marinera, el festival internacional de teatro, o la Feria del Libro a la que asiste el mismo Vargas Llosa.

¿Qué anunciante no quiere ver su producto en una programación así? Los empresarios de la televisión lo sabían y apostaron por no caer en el inmediatismo y el fácil recurso de alquilar espacios sin control de calidad. Que el informativo de las 8 ofrezca las mismas notas que el de las 9 dificulta construir una marca reconocible para el público o manejar tarifas uniformes.   

¿Y el anunciante? Aunque en Chimbote la industria mueve dinero, ni las conserveras ni Siderperú consideran importante el mercado local  y el mediano comerciante todavía piensa en la publicidad como un gasto. En Trujillo la gran oferta de restaurantes, centros comerciales, clínicas, colegios, etc., hace que compitan por diferenciarse, y la televisión es el medio.  

Hubo una decisión crucial en un momento clave: si la montaña no iba a Mahoma, Mahoma iría a la montaña. Más de uno estableció agentes de venta en la mismísima Lima para negociar directamente con el gran anunciante y así – diez años atrás – los productos de Backus o Procter & Gamble aparecían en cada tanda como garantía de prestigio para los indecisos anunciantes locales.  

Mención aparte amerita UCV Satelital, cuyo origen fue muy similar a algunos canales chimbotanos. Nació como medio de propaganda para el entonces congresista César Acuña y para su universidad, en ese orden. Incluso allí, la clara motivación política no impidió la diversificación de programas de entretenimiento e información que son retransmitidos en Chimbote y que, sin ser extraordinarios, marcan diferencia. Varias “estrellas” limeñas han pasado por allí.    

Aquí, NCN no pasa de ser un rosario de odas genuflexas y poco interesantes, a cargo de conductores que en su mayoría tienen graves dificultades para expresarse. Es decir, no solo son sobones, sino aburridos.

En síntesis, en Trujillo la respuesta del público y el anunciante fue favorable a sus medios locales porque fueron competitivos con sus contenidos, desarrollaron un modelo de negocio a mediano plazo, no se baratearon, invirtieron en tecnología para lograr calidad, y aprovecharon el recurso humano generado por las Facultades de Comunicación. Ahora hay un interesante “mercado de pases” con tentadoras ofertas para los mejores.   

Aclaro que siempre me resistí a las comparaciones y al chauvinismo porteño, pero en este caso no queda otro camino que mirar al costado y aprender de lo que hicieron bien los trujillanos cuyos canales hoy se expanden por todo el norte (Sol TV, Antena Norte, UCV) mientras los chimbotanos pugnan apenas por sobrevivir.