Mi amigo Guillermo Huamanchumo (Por: Ricardo Ayllón)

(Por: Ricardo Ayllón) Cada vez que retorna al Perú es una ocasión nueva para reforzar nuestra amistad, recordar tiempos de estudiantes universitarios y reafirmar ilusiones juveniles que se convierten poco a poco en música para nuestros corazones. Más aún si él llega con su batería de baladas en inglés por las que siempre se aficionó y difundió sin descanso.

Guillermo Huamanchumo Díaz es chimbotano como yo, ciudadano irrenunciable del Barrio Miramar, pero residente en Chile desde la década del 90, a donde partió un día en que descubrió las deficiencias de la educación superior en el Perú.

Lo conocí en 1988, en una pensión limeña para estudiantes, y pronto hicimos migas gracias a nuestra irreductible condición de paisanos.

En ese tiempo yo divagaba en la incertidumbre de pertenecer a la radical aunque endeble legión de testigos de Jehová limeños, o someterme a las armas ideológicas del Partido Comunista del Perú que eran pan de cada día en las aulas de San Marcos.

En fin, cuando conocí a Guillermo fueron tiempos en que me afanaba en recitar de memoria pasajes importantes de los libros más conocidos de la Biblia al mismo tiempo que leía con ardor tratados de materialismo histórico y dialéctico.

Mientras que él, además de sumergirse con gozo en el vertiginoso universo de las matemáticas, memorizaba estoicamente títulos y estrofas de sus baladas favoritas con ayuda de la inmejorable y desparecida revista “Funky Hits”.

En Chile estudió Ingeniería Naval en la Universidad Arturo Pratt de Iquique, pero ese fue el período en que descubrió y se asentó en su verdadera vocación: las Matemáticas puras; al mismo tiempo que yo, en Lima, terminaba a duras penas la carrera de Derecho y me metía en la cabeza y el corazón que la Literatura era mi inspiración autentica.

En el país del sur, mi amigo se empleó en diversos tipos de trabajo para sufragar sus estudios y establecerse allí definitivamente: desde ayudante de cocina en una sanguchería iquiqueña hasta casero en más de una pensión de estudiantes a donde llegaba gracias a su magnífico y persistente olfato laboral.

Según su testimonio, el estar en Chile durante esos años del 90 le sirvió para aprehender y aprovechar los beneficios de un país moderno, que, poco a poco, descubrió que iba mejor con su manera de ser. Y sin embargo, yo fui uno de los pocos amigos que le recordaba sin cesar –con malintencionadas dosis de nostalgia– su condición de chimbotano, de caletero, de descendiente de pescadores artesanales en la ensenada de Los Chimus, y por eso más de una vez lo ubiqué como personaje en más de una crónica sobre nuestro puerto nativo.

Con los años, Guillermo Huamanchumo (ex alumno del colegio Mundo Mejor), se hizo profesor de Matemáticas, y gracias a su excelencia en la materia y la buena fama de los matemáticos peruanos en el mundo, comenzó a ganar alumnos particulares en una singular carrera que lo llevó luego a asentarse en Valparaíso y Viña del Mar, donde reside actualmente; aunque uno de sus mayores placeres es venirse eventualmente a Lima y adquirir las últimas novedades de las editoriales limeñas que publican tratados sobre ciencias exactas.

De hecho, varias veces me ha enumerado y mostrado por web cam los libros con los que cuenta, y no me cabe la menor duda de que su vasta biblioteca es una de las más completas en este campo: desde libros sobre las materias más elementales hasta intrincados compendios de cálculo y matemática analítica, pasando por tratados de física y química, razonamiento lógico, entretenciones lúdicas y grandes enigmas numéricos sin resolver.

Sus nuevos amigos, son los autores de algunos de estos libros, docentes de las más exigentes academias preuniversitarias de Lima y otros grandes entendidos en la materia a los que conoce ocasionalmente por la Internet; mientras que sus alumnos son en su mayoría postulantes universitarios a quienes no solo guía por los arduos senderos de las fórmulas determinísticas, sino que, y esto me parece importante, lo suyo es todo un catecismo en que las matemáticas terminan siendo para sus jóvenes estudiantes una disciplina venerable y fraterna.

Jamás he estado en el extranjero y, sin embargo, he podido escuchar decenas de versiones y testimonios sobre lo duro que resulta para un peruano adaptarse a las realidades de otros países. La sensación de soledad y el rigor de las normas a las que tienen que adecuarse, los hacen al principio una suerte de parias que, poco a poco, vierten en ciudadanos adaptados e, inclusive, admiradores de la nueva cultura en la que habitan.

Uno de estos casos es el de mi amigo Guillermo Huamanchumo, con casi veinte años en Chile, un país que, desde el primer día en que estuvo allí, sabía que se convertiría en su segunda patria.

No sé si estas razones sirvan para que Guillermo califique como un chimbotano ejemplar, pero de lo que sí estoy seguro es que su experiencia vivencial y laboral puede servir de guía a otros paisanos que aspiran a una existencia más allá de nuestras fronteras.

Su vida, en suma, está movida por el frenesí de una vocación (las matemáticas) que lleva a flor de piel, y una pegajosa afición (las baladas en inglés) que lo acompaña como una suerte de banda sonora en sus inquietudes diarias.

De hecho, la última vez que estuvo en Lima me obsequió dos CDs con una recopilación de 250 temas seleccionados por él mismo.

Estas líneas tienen como música de fondo estas baladas, las cuales me han permitido registrar   con especial cadencia el recuerdo de sus conquistas personales y aquilatar mejor el valor de su amistad.