Lecciones desde el Sur Andino

(Por: Hugo Grandez) Esta historia trata de experiencias vistas a cuatro mil metros sobre el nivel del mar. Exactamente, en los distritos de Pampamarca y Yanaoca, ubicados en la Provincia de Canas, microcuenca de Jabón Mayo, Cusco. Se trata, pues, de la sierra sur del Perú, en tiempos de helada y escasez de agua; territorio donde el “universalismo básico” no se conoce, pero sí la decisión, ingenio y perseverancia de los comuneros y sus familias que les han permitido alcanzar niveles de vida cercanos a los que muchos ya quisiéramos. Tal vez, sea esa luz que muchos buscan al final del túnel.

DESPERTAR EN PAMPAMARCA
Esa mañana desperté en Pampamarca, en casa de don Leonidas Coté. Me pasó la voz muy temprano. Abrí la puerta y sencillamente el cielo era espectacular. Así como los vemos en los cuentos: un celeste intenso moteado con nubes blancas.

Aunque ya asomaban los rayos del sol, la sensación de frío era fuerte. Tanto así que Leonidas me invitó a lavarme haciendo uso del agua calientita que salía por su caño?

Sí, efectivamente, era agua caliente, agua cuya temperatura solo era posible alcanzar gracias a un ingenioso sistema de manga creada a un ladito de la leña de su cocina mejorada.

Con este sistema, Leonidas, su familia y los visitantes pueden disfrutar de agua caliente durante los ratos en que su cocina estaba prendida y hasta un buen rato después de apagarla.

Conversamos un rato más dentro de su cocina aprovechando que hace mucho no alberga el humo que antes desprendía su cocina tradicional de leña, especialista en impregnar de hollín todo lo que encontraba a su paso. De ello se felicita Leonidas porque está convencido que el cambio le significó más ingenio que gasto, y que los beneficios para la salud y la vida familiar son muy importantes.
Se hace tarde. Leonidas se va al campo, y yo a la casa de la señora Gumercinda Catunta. Con algo de suerte, llego poco después que ha ordeñado a “Diana”, su vaca de unos 500 kilos que da diariamente unos doce litros de leche. Así como “Diana”, Gumercinda tiene otras cinco vacas bien alimentadas y con buena producción de leche.

Al notar mi sorpresa por la producción, Gumercinda me cuenta que antes no era así; que tenía más animales pero todos mal alimentados y que, por eso, daban menos leche.

Un buen día se decidió por lo mejor: menos animales, pero bien alimentados. El resultado es la cantidad y calidad de la leche que ahora obtiene. Le compro una jarrita del lácteo y, de inmediato, aprovecho en visitar a su vecina, la señora Elisa, para comprarle el pan que ella misma ha preparado en el horno de su casa, el mismo horno que utiliza la comunidad para producir un rico y calientito pan para los hijos de los comuneros.

Satisfecho por tener leche fresca y pan calientito, salgo presuroso al predio de Alodia Lazo, y compro el Yogurt natural que cada mañana prepara junto a su familia, y que permanentemente vende a la municipalidad de Pampamarca para ser utilizado en el Programa del Vaso de Leche.

Según ella, la idea es que la leche se compre allí, se transforme allí y se comercialice allí, “para que el dinero se quede aquí y nos sirva a los de aquí”. Con todos estos manjares, llego a casa de Teodoro Catunta quien la noche anterior me invitó a desayunar en su casa. Si bien yo invito la leche y el yogurt frescos y el pan caliente, Teodoro me invita un pedazo de queso fresquito que preparó hace poco con la leche de su vaquita que acababa de parir, y que por cierto tiene un sabor riquísimo, diferente al queso común.

HISTORIAS DE COMUNEROS

Luego de este suculento y natural desayuno, preparado con todo lo que los comuneros de Pampamarca producen, Teodoro Catunta me invitó a recorrer su chacra que hace mucho dejó de ser regada por el sistema a gravedad “porque malogra la tierra” y ahora es acariciada por las gotas de agua que caen de sus aspersores “que riegan parejo y con lo necesario el terreno, porque aquí hay que aprovechar cada gota de agua”.

Orgulloso recorre los surcos de su parcela y me va enseñando una a una, algunas de sus casi 30 variedades de papa que ha logrado obtener, producto del ingenio y la perseverancia, porque “o te quedas sembrado toda tu vida la misma papa, o generas valor agregado con la variedad y la calidad”.

Dejo a Teodoro y aprovecho la mañana para visitar a la Asociación de Mujeres de Pampamarca. Las encuentro en plena reunión de trabajo, dando cuenta de las mil y una historias que les ha tocado vivir hace poco porque “a las mujeres no nos hacen caso” cuando la comunidad tiene que tomar decisiones.

“Ha sido bastante difícil que nos tomaran en cuenta en el Presupuesto Participativo”, por lo que les resultó casi imposible, “aunque por fin se logró” que les aprobaran el proyecto de Crianza de Cuyes de diez mil soles para el siguiente año.

Para finalizar este recorrido, visito el predio de don Valentín Ayma. Tiene unos cuarenta años, quince de los cuales los ha dedicado a concretar su gran sueño. Sentado en los troncos que esconde su amplio establo, escucho atentamente sus secretos y experiencias que le han permitido a él y a su familia ir paulatinamente superando la pobreza.

Valentín me cuenta que es un Yachachiq, es decir, un experto en enseñar a sus hermanos campesinos con increíble facilidad. Haciendo uso de unos planos de su predio pegados en su pared de adobe y con un palo como puntero, me cuenta con lujo de detalles que hace 15 años tuvo un sueño y su sueño pasaba por superar las condiciones infrahumanas en las que vivía.

Que su predio era desordenado, sin ningún tipo de planificación. Que tomó una gran decisión junto a su familia, y que tuvieron un proyecto de predio y ese fue su norte. Que la iniciativa, el ingenio y la perseverancia le han permitido superarse como persona, como padre y como maestro de campesinos.

Ahora los frutos están a la vista: pasto y ganado mejorado, alimentación familiar asegurada con su biohuerto, ingresos económicos con la transformación de productos, entre otras cosas.

La mañana se va volando. Recuerdo entonces que don Eustaquio Sonqo me había invitado a su casa a comer un pescadito frito. Y no es una trucha, se trata más bien de uno de los 30 peces Carpa que él mismo cría a campo abierto en su predio ubicado en Yanaoca.

“Es algo que no se podría creer, porque según los ingenieros este tipo de peces solo podrían sobrevivir en acuitoldos”, protegidos del intenso frío que los maltrataría a esa altitud.

Sabiendo que el almuerzo está próximo, Eustaquio me entrega un recipiente que contiene un Encurtido de Hortalizas que usualmente su familia prepara y comercializa con los vegetales que le produce su biohuerto, que para él es su Centro Familiar de Seguridad Alimentaria.

VALENTIN Y SU COSECHA DE GAS NATURAL

A esta hora el sol quema, tanto como el hambre. Es la hora del almuerzo y me encuentro en el predio de Edilberto Cusi. Hospitalario como es, Edilberto tiene listo un buen trozo de carne de una vaquita que él mismo se encargó de nutrir con el pasto mejorado que siembra en sus chacras hace ya varios años, al igual que casi todos en su comunidad de Iromoko, tierra de la heroína Micaella Bastidas.

Para cocinar la carne, nos valemos del primus de Valentín Ayma cuyo combustible es el gas? Sí, gas. Y no de un balón de gas, sino de un gas que filtra de una innovación llamada Biodigestor, un sistema de gases que se producen por la descomposición -al interior de una gran bolsa- de los restos fecales de los animales. La carne está lista y el almuerzo ha de ser comunitario.

Las compañeras del Centro Comunal de Seguridad Alimentaria de Pampamarca, organización que se preocupa permanentemente por la alimentación de los niños de la comunidad “para que puedan estudiar bien y crecer sanitos”, traen la ensaladita que han preparado con la lechuga, brócoli, tomate, zanahoria y betarraga que han cosechado de su Fitotoldo. La sobremesa fue larga, llena de historias y plagada de sueños.
Aparecen en casa de Edilberto, unos visitantes de la sierra de Lima que llegan para conocer “experiencias innovadoras”. Como Yachaquiq que es, les hace una pasantía por su predio. Autoridades municipales distritales, líderes comunales y jóvenes lo escuchan con emoción. Terminada la visita nos proponen jugar un partido de fútbol.

A casi cuatro mil metros sobre el nivel de mar, lo pienso dos veces. No hay categoría Pre-Infarto, pero el espíritu de confraternidad se impone. Colocamos las piedras que corresponden a los arcos, un balón nos cae como del cielo y 10 jugadores se echan a correr tras él. Con la lengua afuera, pero lleno de orgullo doy cuenta que mi equipo ganó el desafío por 8 goles a 5.

Llega el final de la tarde y, luego de la larga caminata y el partido de fútbol, le pido a Teodoro Catunta que me preste su ducha. A casi cuatro mil metros de altura, siempre cae bien un duchazo con agua caliente.

Esto no es difícil conseguirlo, porque hace mucho Teodoro instaló una terma solar en su casa. Se trata de sistema compuesto por unos 15 metros de manguera negra enrollada sobre una superficie de aluminio que se expone al sol.

Su regadera, de donde se desprenden unos hilos de agua parejos, fue confeccionada con una botella descartable de gaseosa a la que se le hizo finos agujeros con una aguja de zapatero.

Las estrellas revientan el manto negro del cielo. El frío obliga a terminar el día abrigándome el rostro con un pasamontañas. Teodoro, muy amable siempre él, me invita nuevamente a descansar en una de las habitaciones de su predio. Pero no es cualquier habitación.

Es una cuyas paredes atrapan el calor del día a través de un sistema llamado Trombo y que no son más que agujeros fabricados con botellas plásticas empotradas en paredes teñidas de negro. Todo bajo un vidrio expuesto al sol. Cuando el astro rey se retira, esos agujeros son tapados, permitiendo mantener el calor interior de la habitación. En esta habitación, las “cholas” o bolsas de agua caliente son completamente innecesarias.

Cierro los ojos y allí, en Yanaoca, a 3950 metros sobre el nivel del mar, empiezo a imaginar en qué pasaría si todos los pueblos desarrollaran experiencias como las que me tocó ver y disfrutar este día. Experiencias logradas a punta de ingenio y perseverancia, organización, alianzas y algo de presupuesto. Esta muestra, auténtica del Desarrollo de Capacidades, sería como encontrar la luz al final del túnel?