La narrativa de Óscar Colchado Lucio

El inicio
La trayectoria narrativa de Óscar Colchado Lucio comenzó en 1974, con la publicación de “La tarde de toros”, novela influida por el estilo de José María Arguedas (específicamente de “Yawar Fiesta”) y que, al estar circunscrita a Huayllabamba (provincia de Sihuas, sierra de Ancash), le sirve a su autor para asimilar el lenguaje y las costumbres indígenas elementales para sus posteriores entregas.

Sin embargo, quienes han seguido de cerca su amplia producción creativa, sabrán que esta primera novela no fue, sino, el resultado de un intenso e inagotable trabajo delimitado en el género narrativo que Colchado había dado forma y ensayado desde su época de estudiante en Chimbote, una década atrás, cuando siguió estudios de Educación en la especialidad de Lengua y Literatura en la Escuela Normal Superior “Indoamérica” del puerto ancashino, y difundió sus primeros cuentos en la revista cultural Alborada fundada por él y otros estudiantes en 1969, cuentos que recalaron, además del referido libro, en esa bella novela infantil de aventuras, finalista en el Premio Casa de las Américas, titulada “Tras las huellas de Lucero” de 1980.

La saga de Cholito

Escrito en primera persona, este libro nos presenta por primera vez a esa suerte de Odiseo andino que es Cholito, personaje de múltiples y posteriores historias, con las cuales se ha convertido, dentro de su narrativa y de toda la escena literaria peruana, en un verdadero representante de nuestra narrativa infantil. “Tras las huellas de Lucero” gana en verosimilitud gracias al uso de un idioma español insertado de modismos quechuas, característica que funciona, de algún modo, como eje del trabajo narrativo de Colchado, y encuentra mayor sustento en la atmósfera, pigmentada de mitos, leyendas y costumbres correspondientes a la zona donde está configurada geográficamente la historia, es decir, el caserío de Colcap, en la Cordillera Negra.

El extenso relato es atractivo pues Cholito es apresado por un anciano que lo obligará a trabajar en una mina de oro donde se hallan otros niños capturados en las mismas circunstancias, es decir mientras buscaban a sus animalitos perdidos. Simple en apariencia, la historia cuenta, sin embargo, con una técnica que la aleja de la linealidad usada comúnmente en los cuentos para niños, pues tenemos una trama medular, la de Cholito, narrada en primera persona, y otras menores que se van alternando y que complementan el conjunto de los acontecimientos en voces diferentes, como la de la madre de Cholito o de personas allegadas a los otros niños prisioneros.

Pero la presencia de Cholito como personaje cobra fama todavía cuando Colchado publica “Cholito en los andes mágicos” (1985), libro respaldado por la obtención del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil (APLIJ) y que le ha brindado a su autor muchas satisfacciones. “Cholito en los Andes mágicos” representa el primer gran resultado de su esfuerzo por revalorar la particular concepción del hombre andino respecto a la naturaleza y los fenómenos propios de su convivencia social.

Colchado revela aquí su notable dominio de la literatura fantástica entregándonos una historia encuadrada específicamente en esta particularidad e insertando una enorme variedad de personajes de la literatura oral andina para diseminarlos y emplearlos hábilmente dentro de las exigencias propias de la narrativa infantil.

Pero no solamente son los personajes sino también los mitos y las leyendas del Ande, todos en el marco de una historia elaborada a la manera de una antigua epopeya mitológica como es “La Odisea”. Aunque “Cholito en los Andes mágicos” no solo se emparienta con la historia de Homero por tal característica, sino además por el tema: el protagonista, Cholito, enfrenta también poderosas divinidades que le impiden volver a su hogar (Poseidón y otros, en la aventura griega; el Supay y la Wayra Warmi, en nuestra historia), circunstancia que se convierte en medular dentro de la narración.

La ruta demarcada por esta novela infantil y “Tras las huellas de Lucero”, ha sido aprovechada por Colchado para emprender una serial de novelas y cuentos infantiles protagonizados por Cholito, personaje que, sin duda, es ya entrañable entre la lectoría peruana. De este modo, han aparecido también los libros: “Cholito en la ciudad del río Hablador” (1995), “Cholito en la maravillosa Amazonía” (1999), “Cholito y los dioses de Chavín” (2007), “Cholito en busca del carbunclo” (2008), “Cholito, noches andinas” (2010), entre otros.

Otros libros para niños

Dentro del género infantil, destacan también otros libros que complementan todo lo logrado por la saga de Cholito, como Rayito y la princesa del médano (2009), reunión de cuentos sobre mascotas cuyo escenario es el puerto de Chimbote. Se trata de historias sencillas escritas en segunda persona para brindar una carga de nostalgia y evocación, y conseguir –de manera integral– un tono candoroso y lírico al conjunto. Colchado ha reunido aquí algunos de sus cuentos publicados individualmente en libros antológicos, o en revistas de carácter literario, como por ejemplo la propia Alborada, en donde apareció “El tordo que se murió de amor”, en la edición Nº 2 de diciembre de 1970.

“La doncella que quería conocer el mar y otras leyendas peruanas” (2010), volumen de veintiún leyendas de nuestra costa, sierra y selva, es un vasto panorama sobre la oralidad nacional, quizá el producto del largo recorrido del autor recogiendo los relatos de comunidades, poblaciones y aldeas donde se mantienen hasta nuestros días antiguos mitos (preincas e incas) que explican el origen de fenómenos naturales, especies animales y vegetales, así como accidentes geográficos de nuestras diferentes regiones. Acerca de este conjunto, Colchado había brindado también versiones parciales, pero vemos que ésta constituye ya la versión definitiva de su recreación literaria sobre nuestras leyendas.

En “Sabidurías del Cuto Sánchez” (2010), incursiona en la anécdota o cuento popular para brindar un volumen de textos que, con la ayuda (¿o el permiso?) de un personaje real (el policía municipal José Sánchez, que vivió en la localidad ancashina de Jimbe unas décadas atrás), logre un banquete creativo lleno de ocurrencias. El título de este libro podría tener una doble connotación: además de “sapiencia”, podría ser también –criollamente– “sabido” o “vivo”. Como fuere, constituye en la profusa bibliografía de Colchado un acontecimiento que diversifica su proceso narrativo, pues nos aproxima a la contundencia de lo breve y a la esplendorosa sencillez del ingenio popular en su rescate del humor cotidiano.

Sus libros de cuentos

Con el antecedente de un Primer Puesto en el Premio “José María Arguedas” de Cuentos (Trujillo), en 1981 aparece “Del mar a la ciudad”, conjunto que reúne algunos de los textos galardonados en este certamen, y cuya temática congrega convenientemente ineludibles fenómenos sociales ocurridos en Chimbote, como la sobreexplotación pesquera, la explosión demográfica y la consecuente crisis coyuntural; inyectando también eficaces recursos estéticos como el combinar ese escenario costeño y popular que representa Chimbote, con oportunas pinceladas mágico-maravillosas al introducir mitos y creencias populares dentro de su constitución.

Se podría decir respecto a este libro –y a manera de idea cardinal–, que, al interior de la narrativa netamente chimbotana, se constituye en el primero en rozar el panorama de un Chimbote cargado por el fenómeno de la migración andina, acertando en una temática que congrega oportunamente acontecimientos ineludibles, como las luchas laborales; todo ello inyectado eficazmente por recursos técnicos que entrañarán aciertos en la joven narrativa de Colchado.

En 1983 (año en que se estableció definitivamente en Lima), y por decisión unánime, el Premio COPÉ le concedió el Primer Puesto a su cuento “Cordillera Negra”, el mismo que le sirvió para que en 1985 publicara un volumen narrativo del mismo nombre, donde reunió siete textos inscritos todos, de manera definitiva, en la literatura neoindigenista que, como volvemos a decir, ya venía dejando entrever.

Respecto a las virtudes de “Cordillera Negra”, más de un crítico y estudioso peruano se ha referido a él, algunos han destacado sus logros expresivos, es decir, aquella musicalidad del quechuañol usado por Colchado que tanto seduce al lector, aquel ritmo sintáctico que se diferencia ostensiblemente del habla citadina, y aquellos giros y diminutivos que consiguen crear un universo vívido capaz de convencer de una primera impresión. El libro posee esa fórmula mágico-andina que se constituirá finalmente en uno de los principales recursos para revelar la idiosincrasia indígena. 

 “Camino de zorro” (1987) es un libro de cuentos transitorio inscrito dentro de un fenómeno que ciertos estudiosos de la obra de Óscar Colchado y el propio autor han establecido como una trilogía, es decir aquella que componen el propio “Camino de zorro” y los libros de cuentos “Cordillera Negra” y “Hacia el Janaq Pacha” (1987). Dicha ordenación se desarrolla estrictamente a partir de una cosmovisión quechua prehispánica compuesta por el kay pacha o mundo de la vida, el ukhu pacha o mundo de abajo y el janaq pacha o mundo de los dioses, distribución en apariencia coincidente con el contenido narrativo de estos tres libros.

Cabe resaltar la presencia del cuento “La casa del Cerro El Pino” con el cual ha obtenido quizá uno de los galardones más importantes de su carrera, nada menos que el Primer Puesto en el Concurso Juan Rulfo de Cuento organizado por Radio Francia Internacional (2002). Este cuento no integra todavía ningún volumen orgánico, se ha publicado individualmente, y su logro artístico recae en la técnica ‘cinematográfica’ empleada por el autor; pues quien lo lee, tendrá la impresión de hallarse frente a un guión de cine; pero, temáticamente, constituye una incursión en los sucesos de la violencia subversiva en la ciudad de Lima.

Luis Pardo, el héroe andino

En 1996, Colchado publica otra novela de aventuras, “¡Viva Luis Pardo!”; y tal como lo ha hecho con la trilogía compuesta por sus libros de relatos, en ella intenta resaltar la utopía andina recreando las vivencias de un personaje real, Luis Pardo Novoa, bandolero ancashino mejor concebido por la tradición popular como un justiciero, y cuyas correrías hacia los primeros años del siglo XX lo convirtieron con el tiempo en personaje de leyenda.

Con un claro trasfondo social, la historia realza el lado humano del protagonista, la del típico hombre que a pesar de vivir del robo y el bandidaje, exterioriza su integridad al preferir robar a los ricos para beneficiar a los pobres, particularidades distinguibles ya en viejos personajes de la literatura popular, como Robin Hood, por dar un ejemplo conocido. Sin embargo, Colchado se ha preocupado de que a partir del ámbito elegido, la novela no escape de su necesidad personal de situar en primer término asuntos de interés andino, en tal sentido es clara la alusión al mito del Inkarri o vuelta del inca, que deja como una insinuación en la construcción del protagonista.

En el plano técnico, “¡Viva Luis Pardo!” es una novela lineal que se apoya en frecuentes y necesarias regresiones (o recuerdos) del protagonista para ofrecernos datos respecto a pasajes de su vida hasta antes de llegar a los acontecimientos que tejen la presente historia; en otros casos, estas regresiones las hacen otros personajes a manera de breves relatos complementarios que ayudan a alimentar la trama. La narración está concebida en tercera persona, y el ente narrador, de esta manera, a pesar de no encontrarse involucrado en los sucesos, pertenece definitivamente al entorno, suministrando al relato –gracias a ello– las consabidas características de un lenguaje propio del lugar.

El paisaje es otro aspecto importante para la construcción y concepción del libro en general, no se descuida la naturaleza ni la magia que ésta produce. De hecho, la suerte de nuestro héroe parece encontrarse amparada por el poder del Yerupajá, el dios montaña que protege sus días. Aquél y ciertos pasajes fantásticos de la trama, se constituyen definitivamente en parte del discurrir humano, compenetrándose en una suerte de conciencia vital para los personajes de la novela.

“Viva Luis Pardo!” ha encontrado una suerte de complemento con otra novela de similar temática, “Luis Pardo. Noticias del gran bandido” (2010), en la que nos encontramos frente a una visión más amplia de la imagen de Pardo, partiendo de una ambiciosa incursión en su perfil psicológico, entorno familiar, situación sentimental y otros aspectos desconocidos de su vivencialidad, como sus pasiones políticas y su protagonismo en la gran rebelión del salitre, en Iquique (Chile) de principios del siglo XX. Hay que reconocer, de este modo, que la denominación de “Noticias del Gran Bandido” no es gratuita, pues precisamente se trata de ello, de una aproximación al ser humano desde la perspectiva diversa otorgada por una técnica que entremezcla la voz particular del personaje Enrique Borja (quien evoca su amistad con Pardo) con la del narrador omnisciente, el cual nos presta, a su vez, otras voces interiores.

Este juego de personajes, momentos y perspectivas narrativas, hace de la novela una suerte de multiversión testimonial que, a la hora de entrechocarse con la fabulación, la convierte en una crónica intensa sobre la vida de Pardo a la cual puede accederse desde cualquier ángulo.

La narración está suministrada por subtramas que prosperan conforme se avanza en la cronología vivencial del bandolero, las cuales no son precisamente historias con una sucesión obligada, sino que en algún momento pueden ser interrumpidas para ingresar en otras nuevas. Un aspecto técnico curioso es la secuencia de atestiguaciones brevísimas sobre la vida o intensidad mítica de Pardo (por gente que lo conoció, escritores, paisanos, familiares, etc.), recogidas por el autor e introducidas en el contenido para fortalecer la intención de que el conjunto se parezca a una crónica.

Sus novelas

Es el reconocimiento con el primer lugar en el Premio Nacional de Novela “Federico Villarreal” en 1996 y la publicación de la novela “Rosa Cuchillo”, en 1997, lo que sin duda ha asentado el reconocimiento nacional e internacional a una narrativa que nunca perdió la brújula en el objetivo de brindar no solo una versión moderna del indigenismo literario peruano, sino también de asentar una obra creativa que sigue el mejor ejemplo de aquellos autores fundamentales de la novelística peruana, como son Ciro Alegría y José María Arguedas.

Personalmente estoy seguro que con la presencia de Óscar Colchado, luego de la opacidad sufrida por la novela indígena tras el auge de la narrativa urbano-realista iniciada en la década del 50 del siglo pasado, la novela indigenista en el Perú ha vuelto a cobrar su sitial y a otorgarle al panorama de la literatura nacional esa sensación, en el exterior, de que el nuestro es un país de importante raíz andina, con un pasado milenario, político y cultural que sabe sobreponerse a los quiebres temáticos que aparecen eventualmente y como una moda en ciertos momentos de nuestra historia literaria.

“Rosa Cuchillo”, una de las primeras obras peruanas de largo aliento decididas a recrear la difícil etapa de la reciente guerra interior, y que actualmente puede ser categorizada como una de las columnas vertebrales de esa nueva tradición llamada narrativa de la violencia, ha sido catalogada como nuestra “Divina comedia” peruana porque sucede en dos orbes: el mundo de la realidad visible que todos conocemos y el del otro lado, el de la muerte. Una de ellas es la de una guerra fratricida y atroz, situada en los Andes y fundada en la historia reciente del Perú, mientras que la otra es mítica y está basada en la cosmovisión andina.

Finalmente, contamos con la presencia de “Hombres de mar” (2011), en la cual Colchado pone a Chimbote como escenario principal, esta vez para ofrecer un universo temático basado en la actividad pesquera industrial, alrededor de la cual se mueven subuniversos complementarios, como el de la actividad sindical, la prostitución, las movidas políticas, la experiencia estudiantil y la reciente presencia del narcotráfico, que interactúan con el primero en un marco temporal que se extiende desde la pasada década del ’70 (gobierno de Francisco Morales Bermúdez) hasta aproximadamente el año 2000, cuando se lleva a cabo en Lima, la conocida Marcha por los Cuatro Suyos.

Estas tres décadas de historia chimbotana, le sirven al autor para situar a este puerto (tal como haría Arguedas 40 años atrás) en una suerte de modelo a escala de lo que ocurre social y políticamente en el país durante el tiempo en que se desarrollan los hechos (por lo que se afirma que “Hombres de mar” es la continuación de “El zorro de arriba y el zorro de abajo”). Pero además de este referente temático y espacial, el autor no deja de lado su costumbre de incluir elementos mitológicos de la zona, en este caso, preincas.

Haciendo un repaso de todo lo dicho, vemos como nuestro autor ha sabido situar la naturaleza de su narrativa en dos escenarios específicos, el andino y el costeño, por lo que nos vemos obligados a afirmar que Colchado es, como él mismo se ha catalogado en una entrevista: “una especie de zorro arguediano, pues pertenezco al mundo de arriba y al mundo de abajo”.  En otras palabras, no podemos aún llegar a una conclusión definitiva acerca de la tonalidad de su contexto narrativo.

Pero de lo que sí estamos seguros es que ya se pueda hablar con seguridad de una real proyección de nuestro escritor a nivel global y tener la certeza de que nos encontramos frente a una personalidad viva de la literatura peruana, por lo que solo resta esperar a que la historia, el tiempo y el pueblo hagan su propio trabajo: hacer de Óscar Colchado Lucio una nueva y verdadera figura de la tradición narrativa latinoamericana.