La mala educación (Por Manuel Chiroque)

Por Manuel Chiroque.- Los medios de comunicación, y la televisión en particular, se han convertido en el chivo expiatorio preferido por las escuelas para explicar los males de la sociedad. Que si los niños no aprenden es porque la pantalla los distrae, que si dos de ellos resuelven sus diferencias a golpes seguramente lo vieron en una serie, que si la niña de 13 años tiene el corazón precoz sin duda tuvo un empacho de besos y frases melosas de la novela de moda.  

Cuando se trata de identificar culpables de las dificultades de aprendizaje, el mal comportamiento, la distracción, y sobre todo la agresividad de los adolescentes, la televisión siempre tiene un lugar preferencial.  Los profesores suelen ser bastante críticos con casi todo lo que aparece en pantalla, aunque en la mayoría de los casos pecan de un reduccionismo que resulta peligroso.

En primer lugar, la televisión no es la escuela ni menos la familia. Es un medio de información y  e-n-t-r-e-t-e-n-i-m-i-e-n-t-o, así nació y así sigue siendo.

Cuando informa no es un reflejo infalible de la realidad, sino que –como todo medio- presenta una lectura, un punto de vista sobre lo que ocurre; y cuando entretiene es solo eso, un espectáculo como el cine, como el teatro, como un partido de fútbol. ¿Alguién va al estadio o a un concierto en busca de un encuentro místico con el saber filosófico? Lo dudo. Igual sucede con la televisión, llegamos cansados del trabajo y tomamos el control remoto para despejarnos un poco, para “evadirnos” de la dura realidad, como señalan el español Javier Mayoral o el peruano Miguel Gutiérrez, ambos trajinados académicos y hombres de televisión. O acaso usted se sienta en el sillón y piensa ¡Oh, voy a culturizarme! (un incompleto empleo del término, dicho sea de paso)

A estas alturas, amable lector, usted se estará preguntando por el promocionado rol “educativo” que se le exige desde siempre a la televisión. Se lo explico, todo producto cultural (música, juegos, lecturas, costumbres, creencias, medios, etc.) educa de alguna u otra manera, pero también a su manera.  En el fútbol ejercitamos el trabajo en equipo y el fair play, el cine aporta referencias de lo socialmente aceptable, la religión marca las reglas de lo bueno y lo malo, y así por el estilo. La TV también “educa”, pero a través de la representación de situaciones posibles, una especie de vista previa de lo que nos puede ocurrir si actuamos de uno u otro modo.

¿Quiere decir que una escena de violencia puede educar, o que debo dejar que mi hija vea los besuqueos y frecuentes cambios de pareja en Combate o Al fondo hay sitio? Se lo planteo del siguiente modo: ¿le prohibiría que lea a Vargas Llosa y sus Travesuras de la niña mala, le impediría ver una función teatral de Edipo Rey, le taparía los ojos frente al Minotauro erecto del reputado escultor Gerardo Chávez o le ocultaría los cuentos de Edgar Allan Poe? Todos están cargados de erotismo, transgresiones y violencia, pero ningún maestro osaría proscribirlos, por el contrario podría usarlos como referencia para “educar”.

¿Por qué no hacen lo mismo con la televisión?

Es momento de cambiar el cristal con que se la mira. Si la televisión genera efectos nocivos es porque el espectador no está preparado para ser analítico, y el origen está en una deficiente educación y una familia fragmentada que le ha delegado a la pantalla un rol que no le compete. El punto es que una escuela que ni siquiera puede garantizar una mínima comprensión lectora difícilmente podría ayudar a que el alumno sea capaz de discernir lo útil o inútil en la televisión o el internet.    

Luego de ir a los extremos vuelvo al punto medio. No quiero decir que la televisión sea perfecta, y menos la peruana. Gran parte de su programación es repetitiva, copiona, simplista, simplona y aburrida, por lo mismo es un exceso atribuirle una influencia que es apenas una parte de lo que recibe cualquier persona de su sociedad.  Las honrosas excepciones que el público y la crítica etiquetan como ejemplos de televisión educativa o cultural han logrado ese reconocimiento porque no han perdido de vista su función de entretenimiento. Quién no se entretiene – y de paso aprende – con A la vuelta de la esquina, Reportaje al Perú, Tabú Latinoamérica, el Cazador Cazado o Discovery Kids, en el caso de los niños.

El debate está abierto para educadores y comunicadores. Solo termino recalcando que tanto como una mejor televisión se necesita una mejor escuela, que forme espectadores verdaderamente críticos y no solo criticones.