El poder del crimen organizado

(Por: Lic Sergio Benites Romero) Las calles de Chimbote son inseguras, ante la inactividad policial, nuestro puerto ha desarrollado el mercenario negocio del crimen a sueldo, se impone  el ajuste de cuentas hasta el límite de la vida misma;  frente a la pasividad de las autoridades, la crónica roja inunda portadas diariamente como una vorágine en la que la ciudadanía comienza a acostumbrarse.

Cabe precisar que el fenómeno delincuencial que asola nuestra ciudad no es un problema exclusivo pues tiene extensión casi nacional, es una tendencia que refleja la consolidación y crecimiento del crimen organizado por parte de elementos de mal vivir que siempre ha existido en los estratos sociales más deplorables.

chazan 12Son el producto de la desarticulación social que a diferencia del pasado ostentan sólidas estructuras de organización que se han adaptado a las condiciones  actuales, poseen información gracias a sus nexos con pésimos policías, conocen al detalle las desventajas de nuestros marcos legales.

Gozan de la complacencia de autoridades corruptas que les proporcionan cupos de trabajo, han sistematizado procedimientos de detección de víctimas rastrillaje y concreción de actividades ilícitas que terminan impunes, generan recursos mediante sus fechoría que les permiten la compra suficiente de arsenal, controlan organizaciones de base obrera y hasta cargos públicos, han generado un temor generalizado en las autoridades y ciudadanos para levantar denuncias.

¿Cómo hemos llegado a esto? Lentamente, era una clara tendencia venidera, no sólo por la creciente delincuencia a nivel nacional – incluso en otros países – los diarios han sido la crónica continua de este proceso de desarticulación social.

Los lúmpenes han tenido siempre toda la ventaja, han gozado de todas las condiciones a su favor para incubarse y alcanzar el cáncer de hoy, las políticas de readaptación social en penales son un fracaso ya que estos lugares gracias a su hacinamiento los han cohesionado más, la PNP es ineficiente porque saben que el sueldo no mejora con los méritos ¿para qué molestarse o arriesgarse entonces?.

Las penas son benignas sumándose a esto las mañas y componendas eficaces de sus abogados,  ni que decir de las pocas condiciones laborales, todo eso en un contexto de prosperidad para las empresas que atraen como jugosas presas a cualquier avezado sicario.

Un caso aparte merece el trabajo de la seguridad ciudadana, porque los esfuerzos sólo han alcanzado a articular entidades públicas (PNP, Defensoría del Pueblo, Gobernación, etc.) pero con una visión reduccionista del problema.

La necesidad de articular verdaderos mecanismos de prevención y corrección, se debe retomar el control absoluto en los penales, establecer estrategias de inteligencia totalmente reservada, deben establecerse diagnósticos con el apoyo de psicólogos y sociólogos, la prevención debe recaer en los profesionales de la educación dedicados a tiempo completo, toda la viabilidad debe tener el soporte de municipios y gobiernos regionales.

Los pronunciamientos de rechazos aislados y marchas pacíficas eventuales encabezados por la Iglesia Católica son un soberano saludo de relaciones públicas, una pérdida de tiempo total.

La sociedad está perdiendo sutilmente la sensibilidad ya que poco a poco no extraña, no estremece  no llama la atención cada nuevo titular con el color rojo de las notas policiales, vivimos tiempos duros. Si toda acción genera una reacción es entendible pero no justificable  que algunos ya estén  decidiendo por la defensa a cuenta propia