En todos los países del mundo socialista circularon los mismos chistes, cómo éste que escuchamos en Praga: “Camarada. ¿Por qué no asistió a la última reunión del partido? Y el militante contesta: “De haber sabido que era la última hubiera ido de todos modos..”.
Los rusos producían chistes que retumbaban en toda la URSS. Hubo muchos pero éste gozó de gran fortuna. Un trío de viejitos está en la Plaza Roja. Uno suspira profundamente, luego otro emite un suspiro más hondo todavía… y el tercera exhala otro suspiro que interrumpe el primero”: “Camaradas, estamos hablando mucho de política, mejor vámonos”.
Los españoles disfrutaban de los chistes de oposición que circulaban en secreto y el objeto, u objetivo principal era el inacabable Franco. Cuando agonizaba cuentan que una multitud franquista estaba reunida ante su palacio aguardando el anuncio de su muerte y entonces pregunta: “Siento voces… ¿quiénes son? Los médicos le contestan: “Son sus admiradores que vienen a despedirse, Generalísimo” a lo que el dictador replica: “¿Y adónde se van?”.
En Cuba (y en Miami) ha nacido o adaptado muchos chistes que deben ser cientos y que ha saltado a Venezuela, Ecuador, etc. Como aquel juego de palabras: “A partir de ahora, la Revolución decreta el consumismo” y un militante asombrado dice “¿Consumismo al estilo capitalista?”… “No compañero, con su mismo pantalón, con sus mismos zapatos, con su misma camisa…”.
En Argentina les dan duro a los gobiernos. Hay uno muy antiguo, fino: “Ché, como afrontás la crisis, lográs dormir?”. Y suspira el otro “Duermo como un bebé… me despierto llorando cada tres horas”.
¿Y en el Perú? Los tiempos velasquistas fueron propicios para el chiste, como los de Alan García y Del Castillo, Toledo, pero todos fueron reciclados, adaptados, no hubo casi ninguno original. Quizá el adjudicado al General Artola que le ordena a su secretaria: “Tráigame los sobres redondos… para enviar una circular”.