Chimbote en Línea (Por: Fernando Tuesta) Las precarias maquinarias partidarias intentarán agrupar sus cuadros, generar recursos y ganar algo de lo mucho que hay en competencia en las próximas elecciones regionales y municipales de noviembre del 2014. La oferta del poder no es desdeñable.
Estarán en juego 25 gobiernos regionales, 195 municipios provinciales y 1,643 municipios distritales, poco menos de 12,500 puestos en disputa para gobiernos con recursos económicos como nunca antes en la historia.
Allí está el poder y el dinero. Combinación más que atractiva.
Pero para algunos, estas elecciones deben de servir para algo más. Por ejemplo, mirar el 2016.
Al menos Keiko Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski, Alan García (si se libra de la inhabilitación en el Congreso), Alejandro Toledo (parece que insistirá), serán candidatos presidenciales.
Sin embargo, es poco probable que los resultados de las inminentes elecciones regionales y municipales del próximo año prefiguren lo que sucederá, año y medio después.
Desde hace un tiempo no existe relación entre los resultados electorales de unas y otras.
La brecha entre la representación nacional y la subnacional ha incrementado su distancia y casi no hay relación entre sí, como fue evidente en la última elección del 2010 (ver gráfico).
El mapa de la representación muestra partidos nacionales con poco enraizamiento local y representación subnacional altamente atomizada.
En ese plan, el apoyo de los candidatos presidenciales a sus respectivos partidos o coaliciones de partidos en las próximas elecciones regionales y municipales es casi nulo, de la misma manera que la derrota de estos, no significa el fracaso posterior.
Si en la década del ochenta, Acción Popular, el Partido Popular Cristiano, el Partido Aprista Peruano e Izquierda Unida, alcanzaban el éxito electoral en el 90% de los municipios, hoy el total de los partidos solo logran, en ese ámbito, uno de cada cinco votos válidos.
Este declive también se evidencia en los resultados de las últimas elecciones regionales y municipales del 2010. En ellas los partidos políticos, solo ganaron 4 de 25 gobiernos regionales, 77 de 195 municipios provinciales y 693 de 1,605 municipios distritales
El caso del Partido Nacionalista Peruano es la cereza de la torta: 1 Presidente de la República, 0 presidentes regionales, 0 alcaldes provinciales, y apenas 3 alcaldes distritales en todo el país (ver cuadro).
Estas cifras reflejan una disminución significativa en la capacidad de integrar el conjunto de las demandas de la sociedad peruana que poseen los partidos políticos.
El vacío a nivel local de partidos nacionales con candidaturas exitosas ha sido cubierto por organizaciones de menor alcance. A nivel departamental, la atomización de la representación política es igualmente marcada.
En el 2010, las listas locales provinciales tan solo ganaron 6 de 195 municipios provinciales y 37 de 1,605 municipios distritales. Y las listas locales distritales solo ganaron 35 municipios distritales, de un total de 1,605.
En cambio los movimientos regionales conquistaron 21 de los 25 gobiernos regionales, 112 municipios provinciales y 845 municipios distritales. Es decir, la mayoría del poder y representación sub nacional.
Al interior del país, crecientemente, los partidos nacionales, tanto de tradición histórica como emergentes, son vistos como partidos limeños, incapaces de entender la realidad distinta y diversa de las provincias.
En contraste al decrecimiento de la representación de los partidos nacionales a nivel local, los triunfos electorales de las organizaciones regionales han crecido considerablemente.
El problema es que la mayoría de estas organizaciones políticas no han perdurado en el tiempo y han desarrollado un alto personalismo en sus dirigencias, reproduciendo y potenciando muchos de los males que cargan los partidos nacionales.
Se trata de una situación delicada.
Al lado de tener mucha responsabilidad pública –varios municipios han visto crecer sus arcas gracias a las mayores transferencias del tesoro público y/o el canon, donde están presentes las industrias extractivas–, no reposan en una organización que sí está obligada a practicar la democracia interna y a mostrar el origen de su financiamiento.
En consecuencia, el ancho campo del poder, que se pone en juego en las elecciones del 2014, estará servido para la reproducción de las listas regionales.
¿Los resultados regionales y municipales serán un reflejo del potencial resultado de elecciones presidenciales del 2016? Los partidos nacionales han perdido en cada oportunidad gobiernos regionales y municipales. No es difícil concluir que esto no cambiará para el 2014.
Esto es de conocimiento de los partidos nacionales que seguramente se abstengan de participar, lo hagan en pocos lugares o estarán subsumidos en coaliciones electorales.
Pero de la misma manera, una derrota o abstención de los partidos de los candidatos presidenciables en las justas de noviembre, no afectarán sus pretensiones con miras al 2016 (Caretas 2315, 26 de diciembre del 2014) .
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