La violencia contra la mujer no se detuvo en la pandemia

Chimbote en Línea.- Los comportamientos que promueven la desigualdad de género desde la infancia y se operan de manera encubierta por la sociedad son una de las formas de violencia más dañinas que son la base para las agresiones físicas y psicológicas contra la mujer cuyas consecuencias más extremas llevan al feminicidio.

Así lo señaló el doctor Humberto Castillo Martell, director general del Instituto Nacional de Salud Mental (INSM) el Ministerio de Salud (Minsa), precisando que se trata de los denominados "micromachismos", comportamientos sexistas heredados de un patriarcado que generan sentimientos de incapacidad, limitación de la libertad, autoculpabilización, agotamiento emocional y baja autoestima en la mujer, afectando su salud mental.

Indicó, que desde la infancia la familia educa a sus hijos atribuyendo características y roles en función a su género en base a prototipos socioculturales establecidos. Lo femenino asociado al cuidado, a lo doméstico y erotismo, Y lo masculino vinculado con el poder, la autoridad y su desempeño en el ámbito público.

“Se observan en la vida cotidiana. Por ejemplo, en los juegos exclusivos de niñas con muñecas y los niños con autos, armas, o que los hombres son machos y no lloran o son quienes deben pagar la cuenta. También se observa en el ámbito universitario, fijando carreras profesionales tanto para hombres y mujeres”, subrayó.

En ese sentido, en el marco del “Día Internacional para la eliminación de la violencia contra la Mujer”, señaló que para prevenir la violencia la población debe conocer y ser consciente de estas conductas estereotipadas y sus efectos a fin de erradicarlas. Asimismo, se debe trabajar en la modificación de patrones socioculturales y promover comportamientos más igualitarios entre géneros.

Tipos de micromachismo

Señaló que estudiosos del tema reconocen varios tipos de micromachismos que legitiman la desigualdad de género.  Entre ellos está el de tipo utilitarios, que se dan más en el ámbito doméstico con la explotación de la capacidad femenina respecto al rol de cuidadora, madre, esposa y trabajadora; con la obligación de las tareas de la casa y la crianza de los hijos generando un sobreesfuerzo físico y emocional. El hombre utiliza estrategia de imposición de sobrecarga por evitación de responsabilidad, adoptando solo el rol de apoyo.

Asimismo, los de tipo encubiertos o indirectos, que son conductas impositivas, manipuladoras para generar sentimiento de culpa y minimizar a la mujer. Entre ellas está la figura del paternalismo, que en realidad es la posesividad disfrazada. También está la manipulación y el de acusar a la mujer de ser más alterada emocionalmente y el hombre más pasivo en las decisiones.

Además, está el micromachismo de crisis, que se asocia con la victimización del hombre para controlar a la mujer y suele darse ante el crecimiento profesional de ella, acusándola por ejemplo de que habrá menos tiempo para compartir.  Y el de tipo coercitivos o directos, que buscan la pérdida de confianza de la mujer y se afiance en la decisión del hombre. Describen conductas que desautorizan a la mujer buscando eliminar su autonomía.

Castillo Martell, sostuvo que dichos comportamientos se dan de manera encubierta, “su uso combinado es tóxico y es la raíz que puede conllevar hasta la más severas de las violencias que culminan en quitar la vida a la mujer”, advirtió.

Asimismo, exhortó que ante conductas violentas las mujeres pueden buscar ayuda psicológica acudiendo al Centro de Salud Mental Comunitario más cerca de su o llamar a la línea 113 opción 5 o la línea 100 del Ministerio de la Mujer.

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