Semana Santa: llevamos los signos de la gloriosa resurrección del Señor

Chimbote en Línea (Mensaje del Obispo de Chimbote).-En la liturgia de la Iglesia hay momentos de gran densidad religiosa. Sin duda el más importante es la Semana Santa, que actualiza para los hombres y mujeres del siglo XXI el misterio central de nuestra fe.

No solamente evocamos el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor, así como su gloriosa resurrección, sino que nos hacemos contemporáneos de Aquel que sufriendo una muerte cruel e ignominiosa por nosotros, Dios lo ha resucitado entre los muertos, no permitiendo que su cuerpo se corrompiera en el sepulcro.

El misterio Pascual tiene dos caras: la primera es dolorosa, ya que desde el punto de vista humano Jesús ha terminado su existencia terrena de la peor manera, clavado como un delincuente en la Cruz; la otra es gloriosa, ya que por su obediencia filial a Dios lo ha resucitado y le ha concedido una existencia gloriosa, feliz y eterna, y lo ha sentado junto a su diestra.
Este esquema se repite también en la vida de cada uno de nosotros sus seguidores, ya que llevamos las señales de la muerte y también de la resurrección.

Llevamos los signos de su pasión y de su muerte en las limitaciones físicas y espirituales, en el deterioro de nuestra salud, en los pecados que cometemos, en las páginas oscuras que nunca quisiéramos haber escrito, en nuestros enconos y resentimientos, en la muerte de los seres queridos y en un largo etcétera.

Sin embargo, también llevamos los signos de la gloriosa resurrección del Señor en las ganas de vivir, en las alegrías profundas, en los encuentros con los hermanos, en los gestos de solidaridad, en los deseos de transparencia y de limpieza de corazón, en la esperanza y sobre todo en la certeza que nos invade de que Dios nos ama sin medida y nos lo ha manifestado en la Cruz de Cristo.

Esta es la contradicción en que nos debatimos, esta es la paradoja que nos envuelve, pero de la misma manera que no podemos separar el misterio Pascual del Señor, tampoco a lo largo de nuestra vida podremos evadirnos del Gólgota, para quedarnos sólo en el Tabor. Entre estos dos montes discurre la vida de Jesús y también de los discípulos.

La mayor parte la pasamos en el Gólgota, pero también hay momentos en que podemos contemplar, aunque sea pálidamente el amor y la gloria del Señor. ( Por: Mons. Ángel Francisco Simón Piorno – Obispo de la Diócesis de Chimbote)

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