Adviento: preparándonos para recibir a Cristo

 Monseñor Ángel Francisco Simón Piorno(*)

No me cabe la menor duda: nuestro tiempo quisiera en su loca pretensión y en su proyecto neopagano, enterrar en el pasado la figura que fue capaz de dividir la historia humana en dos partes y ser el artífice de la Nueva Alianza con Dios, sellada con su sangre: Jesucristo.

 La venida del Hijo de Dios a la Tierra, es un acontecimiento de tal magnitud que Dios quiso prepararlo durante siglos. Ritos y sacrificios, figuras y símbolos de la Primera Alianza, todo, Dios lo hace converger hacia Cristo. Anuncia su venida por boca de los profetas y despierta aún en el corazón del mundo pagano una espera, aunque confusa de esta venida.

 Juan El Bautista es el precursor, el Enviado a prepararle el camino, el Profeta del Altísimo que inaugura la alegría del Evangelio desde el seno de su madre. Él es "el amigo del esposo", a quien señala como el "Cordero que quita el pecado del mundo". Precediendo a Jesús, "con el espíritu y poder de Elías", dio testimonio de Él mediante su encendida predicación, su bautismo de conversión y finalmente mediante el martirio.

 En el Adviento la Iglesia actualiza en la liturgia esta espera del Mesías. Sumergidos en la larga preparación de la primera venida del Salvador, los fieles renuevan el ardiente deseo de su segunda venida. Teniendo como figura central al Bautista, los creyentes decimos con Él "es necesario que Él crezca y que yo disminuya" (Juan 1,30). Sí, es necesario que la conciencia de su presencia en nuestro mundo, en nuestra historia, en nuestra Iglesia y en nuestro corazón, crezca entre nosotros, para liberamos de la arrogancia, del endiosamiento a que nos conduce la pretensión originaria: "seréis como Dios" (Gen 3,5).

 No se puede entender nuestra civilización sin esa referencia explícita hacia el acontecimiento salvador, en el que participamos año tras año en la Fiesta de la Navidad, transidos por la espera, pero iluminados por la fe y por la esperanza que nos da la certeza que el recién nacido en Belén es el Enmanuel, es decir, el Dios con nosotros.

(*)Obispo de la Diócesis de Chimbote