Obispo de Chimbote ofrece reflexión por fiesta del Señor de los Milagros

Chimbote en Línea (Por: Mons.Ángel Francisco Simón Piorno)  El mes de octubre es el mes del Señor de los Milagros. Todas las celebraciones a lo largo y ancho del Perú revisten una importancia capital, pero es la procesión, la que encierra un mayor simbolismo.

Cristo no aparece solo para ser contemplado o adorado, sino para ser cargado. Él ha cargado la cruz hasta el monte Calvario por nuestros pecados, hasta morir en ella. Esta imagen del Hijo de Dios Crucificado nos recuerda que vivió a semejanza del hombre común y corriente y que asumió las miserias humanas.

Pues bien, en la procesión propia de este mes se invierten las cosas: ahora somos nosotros los creyentes pecadores los que queremos cargar al Señor.

Es un acto de humildad y de veneración que oxigena las raíces de nuestra fe al rememorar la pasión de Cristo.

Muchos de los que participan como cargadores han descubierto los sufrimientos de la humanidad y los propios en el encuentro con el Dios Crucificado, capaz de redimir al hombre y de ofrecerle un sentido a su existencia.

El culto al Señor de los Milagros es mucho más que una expresión de la religiosidad popular del Perú. Es una manera de ver la vida y de edificar el mundo en base al sacrificio y a la solidaridad.

Una de las raíces de la peruanidad es precisamente este amor al Cristo de Pachacamilla y es camino para el reencuentro con Dios y con los hermanos.
El peregrinar juntos nos hace vislumbrar un futuro diferente de armonía entre todos.

Quiera el Señor de los Milagros que la celebración de este año destierre de nuestra patria los enconos y nos anime a construir juntos un proyecto común de esperanza. (Publicado en Mar Adentro, octubre 2016)

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