Convocados por el Santo Padre a vivir la misericordia

Chimbote en Línea.- (Por: Mons. Ángel Francisco Simón Piorno)  Vivimos inmersos en el Año Jubilar convocado por el Santo Padre Francisco. La Misericordia de Dios ha de ser, para todos, el filón donde se alimente nuestra vida espiritual, así como la medicina que sane los corazones desgarrados.

Si hemos experimentado el amor del Padre, deberíamos proclamar esta gracia a tiempo y a destiempo en un mundo cargado de odio, de resentimiento y de encono.

La pretensión de Jesús fue develarnos el rostro de su Padre, pero sobre todo la textura de su corazón. Dos hilos lo han tejido: la misericordia y la fidelidad. La misericordia nos habla de la debilidad de Dios por cada uno de nosotros sus hijos; la fidelidad nos hace entender el inquebrantable propósito de Dios que nada le detiene a la hora de perdonar, pues no se desentiende de la obra de sus manos sobre todo cuando se propone reintegrarnos en su familia.

Algunos pensadores dicen que Dios detiene el crecimiento y la autonomía de los hombres. Nada más lejos de la realidad. El mejor garante de nuestra libertad es Él, que ha querido contar con cada uno de nosotros a la hora de rescatarnos del abismo y de devolvernos la dignidad.

Sería bueno que durante este año propicio volviéramos a leer aquellas Parábolas que para muchos son el corazón de Evangelio: El Hijo Pródigo, La dracma perdida o la Oveja descarriada.

Si tenemos el atrevimiento de reconocernos como parte de esos relatos descubriremos sin duda alguna que el que tuvo la iniciativa de reconducir nuestra vida fue el Padre Celestial. Hemos ingresado por la Puerta Santa a un espacio donde es más fácil encontrarnos con Dios, ya que ese espacio es su morada, su casa en medio de nosotros.  Publicado en Mar Adentro, febrero 2016
 

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