CVR:En nombre de los inocentes

Chimbote en Línea (Libre Opinión).- Flor enseña a niños de los primeros años. Siente que está en un buen momento de su vida, sobre todo porque ve bien a su hija. Pero ni por un instante puede olvidar los nueve años que estuvo presa, acusada injustamente de ser terrorista. Un día salía de la universidad y, de pronto, fue encapuchada y metida en la maletera de un carro.

Apareció luego en un cuarto con las ventanas tapeadas, rodeada por cinco hombres. La comenzaron a patear, pidiéndole nombres y que se acogiera a la Ley de Arrepentimiento. Comenzaron a reírse, a tomar cerveza, a preguntarle si era menor de edad, si era virgen. Luego la obligaron a enjuagarse el cuerpo y a pintarse los labios. La violaron uno tras otro, durante tres días. Solo quería que todo cesara.

Terminó firmando un documento en el que aceptaba haber participado en atentados. Luego, lo de costumbre: la presentación a rayas ante los medios de comunicación y el aislamiento en la DIRCOTE.

Ya en la cárcel, se enteró de que estaba embarazada. Se hubiese matado si no fuera porque las otras internas la ayudaron. Soñaba una y otra vez que un monstruo crecía en su vientre. Luego de varios meses la sacaron para la Fiscalía. No pudo creer que le tocara una fiscal mujer. Ella sí le creería, le contó la verdad. Pero la fiscal no solo no le creyó, sino que además le dijo que si no retomaba sus declaraciones la pondría frente a frente con quienes la habían detenido.

Nació su hija. La odió. El nombre se lo pusieron las internas (Alison). La comenzó a mirar de reojo. Cuando comenzó a quererla, se cumplieron los tres meses, por lo que se la llevaron. Yo fui la que firmó a mi hija –suele decir– cuando decidí contarle la verdad apenas se pudo.

Flor fue indultada después de nueve años de prisión, reconociéndose su inocencia. Ni el más mínimo desagravio y ni un sol de reparación. Pero ella se premió: se graduó de profesora, con un trabajo sobre el uso del canto en la educación. Ya se sabe quiénes fueron y que siguen en actividad. La CVR calculó que más de 15 000 inocentes han pasado por las cárceles peruanas.

Guillermo agradece la posibilidad que se le brinda de contar su verdad ante un auditorio estudiantil. Nunca supo bien por qué se le destacó a los 21 años a ser parte de uno de los grupos a cargo de la desactivación de explosivos puestos por elementos terroristas. Pero rápidamente se acostumbró y hasta le agarró el gusto. Y eso que –aclara– no trabajábamos como en las películas, con esos trajes y cascos pesadísimos que cuestan miles de dólares. Acá se hacía con la ropa de diario.

Una vez, cuando el grupo estaba cerca de un artefacto, escuchó una fuerte explosión. ¿A quién le habría tocado esta vez?, se preguntó, deseando que ya estuviera muerto. Según él, entre ellos había la costumbre de dispararse en la cabeza si eran víctimas de una explosión, ya que sabían que si sobrevivían pasarían a ser un estorbo para todos.

Guillermo comenzó a sentir muchísimo calor. Se tocó la cara y se dio cuenta de que no tenía piel. Nada le dolía, pero estaba totalmente inmovilizado. En ese momento tomó conciencia de que era a él a quien le había tocado esta vez.

Con muchísimo esfuerzo casi logra cumplir con el rito de dispararse, pero desistió cuando se acordó de su esposa, Nelly. Una vez en el hospital, al notar que le faltaban varias partes de su cuerpo, se arrepintió de no haberlo hecho. Pero el alma le volvió cuando al preguntarle a su esposa si lo iba a dejar, ella le contestó que no.

¿Qué pienso de Sendero? Muy simple: o matabas o te mataban. Volvería a ser policía; siempre he querido dar todo por mi institución. La CVR da cuenta de miles de policías y militares que han sido víctimas del terrorismo, y luego de la desatención.

(Fuente: diario16.pe/columnista/3/ernesto-jara/2769/cvr-nombre-inocentes)

Escrito por: Ernesto De La Jara

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