La Alegría de Dios

Chimbote en Línea (Evangelio Dominical - Por: Fray Héctor Herrera) En el evangelio de Lucas 15,1-32, Jesús nos muestra a Dios como Padre cercano a los pecadores, quienes se sienten amados y acogidos. Él se alegra por su cambio de vida.

Es la generosidad y la alegría de un Dios misericordioso que sale al encuentro de los que son rechazados por los fariseos, los “puritanos” pegados a los formulismos religiosos que critican sin importarles la dignidad del otro. Por eso dicen con desprecio “Ese acoge a los pecadores y come con ellos” (v.2).

Jesús se sirve de las parábolas: El pastor que se alegra, cuando encuentra  a la oveja perdida y la mujer que se alegra al encontrar la moneda y el Padre que lleno de gozo recibe al hijo que regresa. Es la alegría que siente Dios cuando una persona cambia su vida y cuando nos sentimos necesitados de Él y toca lo más profundo de nuestro corazón que cambia totalmente nuestra manera de ser y de actuar.

Es el gozo y la alegría de un Dios que nos invita a una misión: acoger a la persona con amor, respeto, compasión, misericordia, si queremos ayudarle a cambiar de vida. Tenemos que salir a buscar a la oveja perdida, a buscar la moneda barriendo los obstáculos que nos impiden el diálogo. Buscar al hermano, sentir su ausencia y no ser como el hijo mayor que no vio con buenos ojos la acogida y el amor del Padre. Había perdido lo fundamental la compasión y el amor.

Dios quiere que la familia humana, dividida desde Caín, seamos capaces de amarnos y perdonarnos. Y quien no está dispuesto a perdonar, nunca ha aprendido a amar. Quien ama, perdona, excusa, olvida siempre. Por eso, el hijo mayor necesitó la lección del padre, imagen de Dios, que acogió al hermano menor, mandó vestirlo de las mejores ropas, y organizó una fiesta por su vuelta.

¡Cuántas veces tenemos la oportunidad de ayudar a cambiar a una persona! Sólo necesitamos salir a su encuentro, acompañarlo, amarlo y mostrarle esa novedad de la alegría de Dios por el cambio de un pecador.

Este es el Dios de la alegría y de la esperanza, del amor que perdona y nos abraza con ternura, cuando aprendemos a reconocer y trabajar por nuestra dignidad como personas, por los valores de amor, verdad, transparencia, fidelidad, comprensión de la valoración y del respeto por la vida. Sintámonos amados y respetados, donde no se discrimine ni acalle las voces que defienden la vida, sino donde se garantice la libertad de buscar a los “perdidos y excluidos” por sus ideas, origen, lengua, economía. “Hay más alegría de Dios por un solo pecador que se convierte (v.10), que por noventa y nueve justos.

Dios toma la iniciativa del perdón porque es compasivo y misericordioso, y espera de nosotros una  conversión profunda al Dios de la vida y amar a los hermanos, para que triunfe la vida y no los poderes de la muerte. (Por: fray Héctor Herrera, o.p.)

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