Chimbote en Línea (Cuestión de Fe).- Siempre esperamos un cambio que transforme nuestra vida, nuestra relación con los demás y la naturaleza para el bien de todos. En ninguna parte del evangelio nos habla sobre el fin del mundo. El evangelio de Mc 13,24-32 se centra en la venida de Cristo. Cuando se refiere que el sol se oscurecerá, la luna no irradiará su resplandor, las estrellas caerán del cielo (v. 24-25), usa el lenguaje de la profecía y de la apocalíptica, para hacernos vernos las grandes intervenciones de Dios para darle un giro a la historia, para el bien de sus elegidos (cf.Is. 13,10; 34,4; Dan 7,13 ss.). (Foto Internet)
Son imágenes del A.T. para describir la caída de algún rey o de una nación opresora. Porque para los antiguos, el sol, la luna representaban divinidades paganas (cf. Dt 4,19-20; Jr 8,2; Ez 8,16). Y las “potencias del cielo” representaban a los jefes que se sentían hijos de esas divinidades y que en su nombre oprimían a los pueblos (cf. Is 14,12-14; dan 8,10).
Jesús más bien anuncia tiempos de esperanza. Y nos habla de la higuera, cuando brotan las hojas se acerca la primavera (v.28). El evangelio anuncia vida, esperanza, libertad. Es saber leer los signos de los tiempos, que quiebra todo sistema injusto. Que Dios quiere el bien de sus elegidos, que su proyecto es vida, no muerte ni destrucción.
Los discípulos, as, tenemos que saber hacer la voluntad de Dios asumiendo responsablemente la construcción del reino, viviendo el futuro como presente, con esperanza y con fe. No estamos esperando la vuelta de Jesús, porque él no se ha ido, está con nosotros, si vivimos y practicamos su Palabra: “mis palabras no pasarán” (v.31). La tentación de los discípulos es quedarnos paralizados sin hacer nada por construir un futuro diferente.
Tenemos que tener la esperanza y la certeza que Dios está con nosotros, que él guía nuestra historia personal y comunitaria, pero que debemos saber responder responsablemente a esta iniciativa de Dios que quiere todas las cosas nuevas.
Cercanos ya al fin del año litúrgico tenemos que mirar la vida con fe y optimismo. No desanimarnos frente a tanta violencia que destruye la vida, sino hacer algo por defenderla y promoverla, para sentirnos realizados como personas. Y recordar que “El futuro es llamada de Dios al presente” (Hans-Küng)
Como Iglesia tenemos que saber discernir y asumir nuestro encuentro con Cristo en la vida cotidiana con alegría y entusiasmo, sabiendo que él nos acompaña en nuestro caminar. Que creer en Jesucristo es volver a la fuente viva como la samaritana (cf. Jn 4,14).
En este año de la fe, como nos recuerda el Papa Benedicto XVI: “Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos(cf. Jn 6,51) P.F. 3. Lo que esperamos es la manifestación gloriosa de este Jesús que siempre ha estado con nosotros. (Por: Fray Héctor Herrera, o.p.)