Chimbote en Línea (Evangelio Dominical - Por: Fray Héctor Herrera).- Jesús escoge a doce discípulos que representan al nuevo pueblo de Israel en Galilea. El evangelio de Lc. 10,1-12.17-20, nos dice Jesús designa a 72 discípulos y los envía a predicar para indicarnos la universalidad del reino de Dios. Les dice “La cosecha es abundante, pero los obreros pocos (v.2). Es la gran empresa misionera: anunciar el reino de Dios.
¿En qué consiste el reino? Sanar, reconciliar, anunciar la paz que es fruto de la libertad, la justicia, la verdad y el amor. Pero es chocar contra todo un estilo de vida superfluo, donde se van perdiendo los valores del amor y del respeto por toda criatura.
Así lo entendieron los primeros misioneros dominicos, dirigidos por Fr. Pedro de Córdova, como comunidad sintieron la urgencia y necesidad de proclamar una palabra de defensa por la vida de los dueños de estas tierras, que eran asesinados y excluidos por los conquistadores. Vieron con los ojos de la fe en el Señor de la vida, que lo que veían era contrario al mensaje de Jesús. Y salieron en defensa del indígena, diciendo por boca de Fray Antonio de Montesinos ¿Acaso estos no son hombres? Este anuncio del evangelio les trajo problemas con Diego Colón, que representaba el poder opresor y que no reconocían la dignidad y menos la existencia de los aborígenes.
Es lo mismo que sintieron y sienten en la actualidad los misioneros ante la indolencia de las autoridades frente al problema de los indígenas. Y por eso Jesús es bien claro: “Miren que los envío como corderos en medio de lobos” (v.3). El evangelio, buena noticia, no es percibido de la misma manera por todos, porque es una provocación para los intereses de este mundo. Anunciarlo es vivirlo con coherencia de vida, desprendimiento total, donde nos desapeguemos de los bienes materiales, para vivir la verdadera libertad de los hijos de Dios.
Gloria era una misionera laica que junto con otras jóvenes vivía en una comunidad campesina. Compartía con alegría y esperanza la Palabra de Dios. Promovían los talleres de costura, la salud, el deporte, la evangelización de las familias. Su vida era un testimonio de fe y desprendimiento. Vivían con lo necesario. Habían comprendido que todo cristiano está llamado a ser un evangelizador: un anunciador de una buena noticia, en el corazón del hogar donde percibimos esa imagen de un Dios Padre y madre que nos ama con ternura. Y cuando esto se da en un hogar, comienza a crecer y madurar un nuevo estilo de vida diferente. ¡Qué bueno cuando en nuestras universidades, Instituciones, sociedad va naciendo algo nuevo. Cuando todos nos responsabilizamos del otro, cuando se es honesto y sincero, trabajador. Cuando somos portadores de la paz que es fruto de la verdad y de la justicia.
La Paz nos libera. Porque estar en paz con Dios, con uno mismo y los demás, es buscar la creación de un orden nuevo, eliminando todo proyecto de corrupción, de violencia, venganza y de odio. La paz de Jesús nos lleva a mirar con ojos de la fe, que es posible escucharnos y sobre todo valorararnos. Necesitamos ser sanados, reconciliados y construir una cultura de paz que se base en el amor y en el respeto por el ser humano. El gozo de todo discípulo es anunciar a Jesús. Porque es en su nombre que somos sanados. Y por eso vencemos al mal a fuerza del bien y del amor. Porque en Él está la vida, la alegría y paz que nos une como hermanos, como un solo cuerpo que vive y sufre, se solidariza y crece con el hermano más pobre.
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