Un corazón lleno de soberbia

Chimbote en Línea (Por: Fray Héctor Herrera)  En el evangelio de Lc 18,9-14, Jesús nos propone un ejemplo de vida: podemos ser soberbios y orgullosos despreciando a los demás, fijándonos en sus defectos. O podemos ser humildes: reconociendo nuestras debilidades y con la seguridad puesta en Dios que cambia y transforma nuestra vida.

Se trata de la parábola del fariseo y del pecador. El primero oraba a Dios, pero no lo buscaba, sino su corazón estaba lleno de soberbia y de orgullo. Se alababa a sí mismo porque cumplía la Ley: “no soy como los demás ladrones, adúlteros, ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo” (vv.11-12). Todo lo que hacía creía que era por mérito propio. No confronta su vida con Dios, sino se fija en aquel pecador, que abría su corazón a Dios con humildad y reconocimiento: “¡Oh Dios ten compasión de mí que soy un pecador!”(v.13)

Dos actitudes que nos enseñan hoy a los creyentes: 1. Dios rechaza a los soberbios y orgullosos, porque no lo buscan para alabarlo, sino para vanagloriase y atribuir que todo lo que hacemos depende de nosotros mismos. Es construir el “dios del orgullo” y por eso no escucha ni a Dios ni el clamor de los pobres.

2. El reino de Dios no es de los soberbios, sino de los humildes: de quienes abren su corazón, su mente, cambiando nuestras vidas y poniendo nuestra fuerza en Dios para construir su reino de amor, tolerancia, paz, justicia, libertad, responsabilidad por el otro.Es despertar el sentido de solidaridad para crear una cultura de amor y de paz. 

3. El fariseo salió del templo vacío de Dios. En cambio el publicano o pecador, que era rechazado por los “puritanos”, como puede sucedernos a nosotros, salió lleno de la gracia de Dios.

Jesús nos enseña hoy para nuestra vida práctica: “el que se engrandece será humillado” (v. 14) Si nos alabamos a nosotros, si utilizamos a Dios a nuestra medida, por más que tengamos una cultura religiosa, sino buscamos con sinceridad a Dios y despreciamos a los hermanos, si nos quedamos en cumplimiento de normas vacías de Dios sin amor y respeto al ser humano, nos alejamos del verdadero rostro de Dios, del Dios del amor y de la misericordia, de la libertad y de la compasión.

“El que se humilla será engrandecido” (v. 14). Jesús nos habla del humilde que busca la verdad, del que quiere cambiar su vida, de ese ser humano que reconoce sus debilidades, pero que no se queda allí, sino que busca a Dios para ser una nueva persona y se esfuerza por hacerlo. Esa persona tiene a Dios en su corazón, porque será un testigo del evangelio.

Y un verdadero discípulo y misionero, que comprende que evangelizar es comunicar una buena noticia en medio de un mundo que necesita de Jesús su amigo, para saber escuchar la voz de Dios y amarlo en nuestros hermanos con gestos de compasión, misericordia y de verdadero amor.
(DOMINGO 30 T.O.CICLO C. 27.10.2013. LC. 18,9-14)

Foto: www.rquidiocesisdetuxtla.org.mx

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