V Domingo de Cuaresma: Yo soy la Vida

Chimbote en Línea.- Jn 11,1-45, Su amigo Lázaro, está enfermo. Jesús, era muy amigo de esta familia de Betania, María y Marta. Él, les dice a sus discípulos: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (v.4).

Cuando llega Jesús, hacía cuatro días que Lázaro había sido sepultado. Consuela a Marta y le dice: “tu hermano resucitará” (v. 23). Y lo confiesa como el Mesías (v. 27). María corre al encuentro de Jesús y le dice: “Señor si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano” (v.32). Jesús se conmueve. Y se pone en camino.

Hoy necesitamos conmovernos ante la muerte de miles de hermanos muertos a causa de la pandemia global del coronavirus, Covid 19, tomar las medidas de prevención, como el aislamiento, permanecer en casa, cuidar la higiene y tomar las medidas en el cuidado de la salud y de una mejor calidad de vida.  Jesús saca del sepulcro de los muertos a su amigo Lázaro, le infunde un espíritu nuevo (Ez 37.12-14).

Nuestra vida tiene que cambiar, con un espíritu nuevo de crear condiciones de vida más humanas, en salud, educación, cooperación solidaria, sensibilidad evangélica, mejorar “las condiciones de vida de muchos abandonados, excluidos e ignorados en su miseria y su dolor, contradicen este proyecto del Padre e interpelan a los creyentes a un mayor compromiso a favor de la cultura de la vida. El Reino de vida que Cristo vino a traer es incompatible con esas situaciones inhumanas” (D.A 358).

Jesús llega al sepulcro y ordena quitar la piedra, da gracias a Dios y se manifiesta la vida y  la gloria. Lo llama por su nombre Lázaro, sal fuera. Desátenlo y déjenlo (v.44). Hoy es el mismo llamado de Jesús de la muerte a la vida. Quitemos los obstáculos que no nos dejan ver la realidad de tanto sufrimiento y omisión.

El Vaticano ha llamado a unirse contra esta pandemia global, como lo hizo por el cambio climático. Algunas líderes mundiales quisieran ignorar la defensa de la vida y de los derechos humanos. Un pueblo que cree en Jesús como el Señor de la vida; avanza, para estar prevenidos, frente a hechos dolorosos y violentos, que atentan contra la humanidad.

“Si pretendemos cerrar los ojos ante estas realidades no somos defensores de la vida del Reino y nos situamos en el camino de la muerte: Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte” (1 Jn 3,14). Hay que subrayar “la inseparable relación entre amor a Dios y amor al prójimo, que invita a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes”. (DA.358). (Por fray  Héctor Herrera, O.P.)

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