Ama como a ti mismo

Chimbote en Línea.- (Por: Fr. Héctor Herrera OP) “Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole de intereses” –nos dice el Señor (Ex 20,24). Sin embargo ésta es la realidad de alguna gente piadosa, que explota a los pobres con préstamos y con altos intereses. En tiempos de Jesús un maestro de la Ley quiere ponerlo a prueba, quien es primero Dios o el hermano que está a mi lado. De esto nos habla hoy el evangelio de Mt. 22,34-40.

Los fariseos expertos en la Ley, al escuchar que Jesús había hecho callar a los saduceos, uno de los doctores le pregunta para ponerlo a prueba: “Maestro ¿cuál es el mandamiento más importante en la ley? (v. 36).  La pregunta la plantea porque habían hecho de la Ley 613 preceptos, se quedaban en una relación vertical con Dios, olvidando que el amor a Dios se traduce en el amor al prójimo y que es un amor solidario.

Jesús le responde con la Escritura Dt 6,5: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas” y combina Lv 19,18: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas (v.40).
La Ley y los profetas son toda la Escritura (Mt 7,12).

El amor es el principio unificador y la clave de toda la Escritura: no podemos decir que amamos a Dios, sino amamos a toda persona humana. Porque somos hechura de Dios, templos del Espíritu Santo. No podemos decir que amamos a Dios, si “se oprime y maltrata al forastero, si se explota a la viuda y a los huérfanos quitándoles su terreno por engaño. Si hay usureros que se enriquecen a costa de los pobres, si se toma prestado un manto y no se le devuelve” (cf. Ex 22,20-26).

Jesús nos muestra la imagen concreta de un Dios compasivo que escucha el gemido y lamento de los pobres. ¿Cómo no sentir compasión hoy, cuando los pobres son víctimas de la falta de agua, o está contaminada, o cuando se le dice a un enfermo asegurado vuelva el próximo mes, sin prestarle la atención que se merece? ¿O cuándo no se les atiende los justos reclamos y sólo se sientan a dialogar cuando ya hay uno o dos muertos?

Jesús es rechazado por los fariseos porque no se queda en cuestiones pietistas, sino que nos habla claro: que la voluntad de Dios es amarnos los unos a los otros. Amar la vida, detener la violencia, la trata de personas, los atropellos a los derechos más fundamentales del ser humano. Él vino para hacer realidad ese mensaje de amor entre sus discípulos: “En eso conocerán todos que son mis discípulos, en el amor que se tengan unos a otros” (Jn 13,35)

La fe en Cristo nos lleva a amar al prójimo en forma solidaria concreta. Sólo descubrimos el misterio de Dios: “Allí donde el hombre se libera verdaderamente de sí mismo y ama al prójimo en un absoluto desinterés, se ha topado verdaderamente con el misterio silencioso e indecible de Dios” (Karl Rahner) 

DOMINGO 30 T.O. CICLO A. D. 26.10.2014. MT. 22,34-40

 

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