Testigos de la vida

Chimbote en Línea.- (Por: fray Héctor Herrera) Los discípulos de Emaús habían caminado con Jesús, como hoy también camina con nosotros. Nos despierta del temor y nos abre el entendimiento para reconocerlo en el partir el pan (Lc. 24,35). En este este gesto profundo nos abre paso a una nueva vida. Esta experiencia de fe, es un camino que nos llama a ser testigos de la vida. De esto nos habla el evangelio de Lucas 24,35-48.

Verdaderamente Jesús ha vencido a la muerte. Su misión no termina en la cruz. Les comunica vida a sus discípulos. Se presenta en medio de nuestras comunidades para darnos la paz (v.36), que es vida, seguridad, fortaleza. No se asusten, ¿por qué dudan? (v.38). No tengan miedo, seguidores míos, de los que quitan la vida, crean en mí, yo he vencido a la muerte.

Cuando escuché la penúltima homilía de Mons. Oscar Romero, quedé profundamente impactado como joven. Sentía una profunda alegría y dije: Gracias Señor, porque aún hay pastores profetas. Correrá tu misma suerte. Pero seguirá vivo entre nosotros. No estaba lejos de lo que expresaba en esos momentos. Porque escuché a un testigo de la vida que abogaba por la paz que es fruto de la justicia y se jugó la vida por su pueblo.

“Miren mis manos y mis pies. Tóquenme y vean” (v. 39). Soy el resucitado. Son esas manos que sana a los enfermos, que da la vista a los ciegos. Soy el que comparte con ustedes, la comida que es un signo de vida y de comunión de hermanos. Soy el que vence los poderes de la muerte. Y tú tienes que ser sus manos dadoras de vida.

La comunidad de Lucas, como las nuestras vamos comprendiendo que en Cristo resucitado, se han cumplido todas las esperanzas de Abraham, de Moisés, de los profetas. El crucificado es el Mesías, el que reconcilia y libera del pecado del egoísmo, del asesinato y de la violencia. El inocente ha sido constituido en el Señor de la vida y de esto es testigo Pedro y los once (Hch 3,13-15.17-19).

Es en su muerte y resurrección que tenemos que ser mensajeros, predicadores de la vida. Ser testigos de la vida es nuestra misión frente a una cultura de muerte, signada por las  guerras, la violencia, el odio, el sicariato.  Ser testigos de la vida es dejarnos llenar del Espíritu Santo para proclamar que el reino de la vida es posible, si cumplimos esta misión que Jesús nos encomienda: sembrar la fe en el resucitado, crear una cultura de vida y de paz, reconciliarnos para ser capaces de amarnos, valorarnos y ser sensibles  al respeto por esas vidas, por quienes Jesús nos donó su vida.

Cuando vivimos en serio la Palabra de Dios, nuestro corazón se enciende del amor de Cristo y comunicamos nuestra experiencia a los demás: Él está vivo y nuestra vida es su vivir. “Quien dice que lo conoce y no cumple sus mandamientos, miente y no es sincero. Pero quien cumple su palabra, ése ama perfectamente a Dios” (1 Jn 2,4-5)

Conversión y perdón son los signos de los discípulos testigos de la vida. Amemos la vida, protejámosla y defendámosla, sintiendo y haciendo que la experiencia del resucitado nos anime a compartir el pan de la alegría y la esperanza de vivir.

REFLEXIÓN DEL TERCER DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA. CICLO B. D. 19.04.2015. LC. 24,35-48

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