Yo soy la voz que clama - Tercer domingo de Adviento

Chimbote en Línea (Por: fray Héctor Herrera) Han transcurrido 503 años desde que la voz profética de la comunidad de dominicos, liderada por Fr. Pedro de Córdova, en la hoy República Dominicana, toma la defensa de la vida de los indígenas. Predica a nombre de la comunidad, Fr. Antonio de Montesinos, denunciando la injusticia y opresión que cometían los españoles como Diego Colón en contra de los indios.

Su famoso sermón que nos trae el evangelio de hoy Jn 1,6-8.19-28: “Yo soy la voz que clama en el desierto”. Y todos iustedes están en pecado mortal, por la crueldad y la tiranía que usan con estas inocentes gentes”. ¿Acaso esos no son hombres? Esto les llevó al enfrentamiento con el poder.

Es lo que sucede hoy con nuestros hermanos indígenas de la amazonia, quienes son asesinados por las mafias de la madera y el oro, y a quienes no se les escucha ni se protege sus reservas naturales. Pedían amor y respeto por la vida y la dignidad de los habitantes de estas tierras, como hoy pedimos la defensa de la vida y de su hábitat de los verdaderos dueños de las tierras amazónicas. Su mirada a la realidad desde el evangelio, es lo que les permite aportar a Fr. Francisco de Vitoria, padre del derecho internacional.

Hoy día, Juan Bautista está entre nosotros para ser testigo de la luz (v.7). Es el profeta que habla en nombre de Dios: “Yo no soy el Mesías” (v. 20). A la pregunta de los sacerdotes y levitas ¿qué dices de ti mismo? Yo soy la voz que grita en el desierto (v. 22-23). Hoy encontramos situaciones irracionales que claman por el derecho y respeto a la vida desde su gestación, niños que trabajan en los lavaderos de oro, niñas y niños explotados por el tráfico de personas, injustas desigualdades sociales, codicia y ambición que ensoberbecen a los hombres con poder, algunos mcs que oscurecen la conciencia de las personas, violencia física y verbal, maltrato sicológico.

Su dios el poder, el dinero, el orgullo y la soberbia que pretende aplastar conciencias. Sin embargo frente a esta actitud intolerante, paralizados por el miedo, surge la voz de Dios. ¿Cómo estamos formando una conciencia crítica en nuestro pueblo, cómo los educamos? ¿Acaso no somos personas? ¿Cómo vamos conociendo a Jesucristo y descubriéndolo en el acontecer diario de la vida? ¿Cómo defendemos hoy el derecho a la vida, a la información, a una auténtica libertad de expresión con ética, la educación, a una sana alimentación, a cuidar y proteger el medio ambiente, el derecho a la protección de los bosques, ríos y plantas para vivir la alegría de la creación?

Preguntaba a un joven universitario ¿Por qué existe tanta violencia e injusticia, tanta desestabilización en la familia? Y él respondió: “falta el amor de Dios en el corazón de la humanidad”. Sin embargo hay signos de esperanza: hay familias unidas, donde se comparte la fe, la solidaridad, el diálogo, la comprensión. Hay la alegría de vivir, que brota de lo más profundo del corazón de la familia para recibir a Jesús que se acerca.

Hay signos de vida, de respeto por la dignidad de la persona, cuando tú trabajas no sólo por defender tu honra, sino luchas por la dignidad de los pobres a quienes se niega sus derechos. Es posible vivir la alegría de servir buscando la defensa de la vida de los indígenas, la construcción de la fraternidad y la felicidad, la sensibilidad por ser mejores personas, cimientos de una paz estable y duradera. Todos los discípulos y misioneros de Jesús, estamos llamados a trabajar “por la vida, la dignidad y la integridad de la persona humana. La defensa fundamental de la dignidad y de estos valores comienza en la familia” (D. A. No. 468).

 

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