El Dios de la vida

Chimbote en Línea (Por: Fray Héctor Herrera)  “Quiero vivir”, me decía mi amigo Héctor, en su lecho de muerte. Me tomó fuertemente de la mano; porque se aferraba a la vida. Creo en el Dios de la vida”. Eso lo aprendimos en la Juventud Estudiantil Católica (JEC). Sus palabras me conmovían.  Aquel  joven que dejaba este mundo, amó la vida, creía en la vida y cambió. Y transmitió vida y alegría a sus alumnos.

En el evangelio de Lc. 20, 27-38,  nos dice que a Jesús se le acercan unos saduceos que niegan la resurrección de los muertos y conversa con ellos, pertenecientes a la aristocracia sacerdotal judía, colaboracionistas de la ocupación romana, porque de ellos obtenían privilegios para acrecentar su fortuna.

Pensaban solo en esta vida, se ufanaban de ser piadosos. Defendían la Ley y sólo admitían el Pentateuco, cinco libros, y negaban la resurrección (Hch 23,8). Y le plantean a Jesús, apoyándose en la ley del “levirato” (Dt. 25,5) según la cual, si el hermano moría tenía obligación de casarse con la viuda hasta tener un hijo. La mujer se casó con 7 hermanos, finalmente murió ¿De quién será esposa?

Jesús nos enseña que en la vida futura y en la resurrección de los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios (v.36). Jesús nos lleva a fundamentar nuestra vida en el Dios de la vida. Y por eso recurre a la Sagrada Escritura: “El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. No es Dios de muertos, sino de vivos porque para El todos viven” (vv 37-38).).

El Dios en quien creemos es un Dios de vida. Porque ama, defiende y protege la vida de todos. El con su Palabra nos da la fuerza frente a los perversos y malvados que no aman la vida (2 Tes. 3,2-3)

Quienes provocan la muerte en diferentes formas: sea por causas de la opresión, desinterés, indiferencia, omisión, desaparecidos o muertos por la violencia en sus distintas formas, se oponen al Dios de la Vida. Porque en su hijo Jesús nos sigue mostrando el camino a la vida: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). Quien cree en mí, vivirá (Jn 11,25). Y he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10,10)

Jesús como buen maestro nos indica a todos: amar la vida, es madurar día a día. Es reconocernos que somos hijos, hijas de un mismo Padre Dios, que nos llama a amarnos, a respetarnos, a unirnos para descubrir que el Dios en quien creemos es un Dios vivo que nos anima, alegra, libera, fortalece nuestra fe, esperanza para construir un mundo nuevo, que tengamos una mentalidad positiva: la vida es un don de Dios. De ti depende cultivarla y ofrecerla como acción de gracias a ese Dios que nos acompaña.

Morir cada día a toda división, orgullo, discriminación es despertar a la vida, al amor. Porque donde hay amor y alegría: allí está Dios. Crece aquel que ama y espera en dar sentido a su vida cada momento del día a día. (T.0.CICLO C. D. 10.11.2013. LC. 20,27-38)

Foto: jovenlamision.blogspot.com 

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