Jesús Nazareno: Bendice a nuestro pueblo (Homilía Fray Héctor Herrera O.P.)

Jesús el Nazareno, el Señor de los Milagros, ha recorrido nuevamente las calles de Chimbote. Pobres, enfermos, niños, jóvenes, adultos, familias han salido para contemplar el rostro de Jesús, aquél que nos manifiesta el amor: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna”(Jn 3,16). Es la fe en Cristo, la que nos hace comprender que su amor procede del Padre.

Porque a lo largo de estos 50 años como jurisdicción eclesiástica, que coinciden con los 50 años del Concilio Vaticano II, el Papa Benedicto XVI, en este Año de la Fe, quiere recordarnos: tenemos que recorrer la historia de nuestra fe, para pensar en la gran contribución de mujeres y varones que han ayudado al crecimiento y desarrollo de nuestras comunidades cristianas, a través del testimonio de vida. Muchos laicos y laicas han despertado a una sincera conversión, porque han experimentado la misericordia de Dios que sale a nuestro encuentro.

Hoy cada creyente, tiene que fijar su mirada en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección.

En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación” (PF 13). Por la fe María contribuyó con la historia de salvación, al permitir la encarnación de su hijo Jesús. Abraham es amigo de Dios y padre de nuestra fe. Los apóstoles siguieron al Maestro.

Por la fe, los sacerdotes sufrieron el martirio, P. Sandro en Santa, los Frailes Franciscanos conventuales, Miguel y Zbigniew en Pariacoto. Por la fe y sus obras nuestra Iglesia fue perseguida, difamada. Por la fe los laicos se comprometieron en la evangelización de niños, jóvenes y familias. Por la fe parejas de familias entregan sus vidas y su tiempo a la catequesis familiar, al encuentro y acompañamiento de parejas matrimoniales.

Por la fe, nuestra Iglesia de Chimbote, levanta su voz: Sí a la vida, no a la muerte. ¡Basta de tanta violencia y del sicariato impune que ciega vidas humanas! Por la fe sentada sobre la caridad es que la Iglesia se une en torno a Jesús, para escucharlo de nuevo con el corazón, con la mente, con todo su ser: “Escucha pueblo de Chimbote, el Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria, se las inculcarás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado” (Dt 6,4-7).

Es a nosotros hijos, as de este pueblo, que el Señor nos habla para que volvamos a las fuentes del Evangelio, para que la Palabra de Dios nutra nuestras vidas y acciones. Y el desafío es apoyar la Pastoral Bíblica, para que la Palabra sea el centro que convierta nuestras vidas y actitudes. Hoy más que nunca, Jesús desde la cruz nos señala que el camino de la verdadera libertad es la entrega y el servicio en defensa de la vida humana y de los derechos más fundamentales de este pueblo.

Que nadie puede quedar indiferente ante el dolor de los que se sienten inseguros. Que es hora ya que autoridades a todo nivel,  el pueblo, se organice en defensa y protección de la vida y de la seguridad de los ciudadanos. Porque el mismo Jesús nos repite: “Yo vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Él nos invita a crear una cultura de vida y de paz en forma organizada y participativa, a todos los ciudadanos, colegios profesionales, comunidades cristianas, comunicadores sociales, educadores, familias.

Sembremos en el corazón de cada persona, que es imagen y semejanza de Dios, el amor a la vida, a la verdad, a la transparencia, llamados a ser sembradores de una paz estable y duradera que brota del amor, de la justicia y de la capacidad de ser guardianes de la vida del uno al otro. En esto conocerán que son discípulos míos “si permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes” (Jn 15,7).  

Jesús espera de nosotros una respuesta de fidelidad y de compromiso, que demos frutos de vida, de reconciliación, de una libertad que no se atemoriza ante quienes manipulan conciencias o atropellan la dignidad de quien les dice la verdad, de la injusticia personal y social que son pecados que claman al cielo.

Hoy Jesús nos invita a seguirlo y hacer realidad su mensaje: “que se amen unos a otros, como yo los he amado”(Jn 15,17).

Jesús Nazareno, Señor de los Milagros bendice a todo el pueblo de Dios, que es tu Iglesia, para que sea una Iglesia samaritana, profética, evangelizadora. Haz que todos los cristianos despertemos a vivir mejor nuestra fe en ti, que sigamos con las obras en bien de la educación, la salud, la defensa de la vida, alimentándonos de tu Palabra que es luz para nuestro camino, que busquemos la reconciliación, la armonía y la paz en el corazón de nuestras familias y de la sociedad.

Que en estos 50 años de caminar contigo, busquemos estar abiertos a los signos de los tiempos y que despertemos las conciencias hacia una mayor búsqueda de ti y de una espiritualidad encarnada en la historia de cada día, para sembrar tu amor, tu libertad, tu justicia, la paz y el respeto por la vida que tanto necesitamos. (Por: Fray Héctor Herrera o.p.)