Como Semilla Pequeña (Por Fray Héctor Herrera O.P.)

Chimbotenlinea.com (Por Fray Héctor Herrera).- El sembrador siembra en su campo el grano de cebada, maíz, trigo y mientras duerme ve que al día siguiente la semilla va germinando y creciendo hasta dar fruto. De esto nos habla el evangelio de Mc. 4,26-34. Dios es el que siembra. El germen de la vida es el grano, la Palabra de Jesús que va germinando en nuestra vida, si la acogemos y hacemos nuestro su mensaje de amor, justicia, libertad, verdad. Si nuestros corazones son esa tierra fértil, el grano que es la vida de Jesús irá creciendo en nosotros.

Jesús nos presenta a través de estas parábolas la semilla insignificante que va creciendo, madurando y dando frutos en los que acogen la Palabra de Dios con sencillez (v 26-29). Por eso los pobres que están abiertos en su corazón a Dios serán los primeros a quienes Dios se manifiesta (Mt 11,25-30). Y nos presenta otra comparación: el reino es como un grano de mostaza que crece y echa ramas grandes (V. 30-34).

La misión de todo cristiano como discípulo y misionero de Jesús es sembrar vida, es vivir el evangelio en una vida coherente y con sentido. Así lo han entendido los discípulos de Jesús a lo largo de la historia. Cuando recorría el valle de Santa, veía allí al misionero P. Sandro Dordi, se identificaba con los campesinos.

Vestía en forma sencilla. Tenía gran amor a los niños y se preocupaba no sólo de la construcción de capillas, salones comunales, canales. Sino que a través de todo ese trabajo, iba sembrando la semilla de Dios en la vida de esos pueblos. Sabía que su vida corría peligro. Sin embargo allí estaba acompañando a sus comunidades en medio de una sociedad que sufría la violencia. No los abandonaré, decía. Y como el buen pastor, seguía el ejemplo de su maestro Jesús.

Terminaron con su vida, lo asesinaron a la vera del camino, en los arbustos de las acequias de Pampas de San Juan. Pero de su sangre brotaba nueva vida. Nunca se imaginó terminar así. Porque vivía con alegría la esperanza de evangelizar a los pobres. Su testimonio de Jesús, va dando frutos en las comunidades cristianas que van germinando una nueva vida de fe y de creer que Jesús es el Señor de la vida, que vence los egoísmos y los corazones endurecidos de quienes no aceptan los valores del reino de Dios.

La semilla crece cuando los corazones se abren a la Palabra de vida, y dejamos que germine en nuestras vidas. Entonces comenzamos a descubrir la necesidad de apoyarnos y ayudarnos los unos a los otros, en la defensa del agua, en aprender nuevas técnicas de regadío y de sembrado, aprender a comunicarnos, defender la seguridad ciudadana frente a tanto crimen y mentira.

Cuando los padres de familia van acompañando a sus niños, as, en todo el camino de la fe, van madurando y creciendo con ellos. La alegría de un futuro mejor lleno de optimismo y de retos de solidaridad se hace más firme, porque estamos seguros y firmes en aquél en quien confiamos (2 Cor 5,6).

Confianza, alegría, esperanza y transparencia irán marcando nuestras vidas en una cercanía más a Cristo para ser signos de sanación, libertad, amor, paz y humildad como testigos del reino de Dios. (Fr. Héctor Herrera, o.p.)