Reflexión: “Enviados como corderos en medio de lobos”

Chimbote en Línea (Cuestión de fe - Colaboración P. Segundo Díaz Flores) El Evangelio de hoy, que se proclama en todas las celebraciones eucarísticas de la Iglesia Católica en el mundo, nos narra el envío misionero de los discípulos de Jesús: “Designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de él, a todas las ciudades y sitios a donde él había de ir.
 
Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies…” Jesús nos sigue enviando a todo bautizado a anunciar el Evangelio.
 
Evangelizar exige testimonio de vida y testimonio de palabra. No basta ser buenos, es necesario anunciar a tiempo y a destiempo que Jesús vive y nos ama por encima de nuestros pecados.
 
Ser misioneros de Jesús, “testigos de la fe, en la universidad y en el mundo”, tal como reza el lema del SPES de la ULADECH Católica, no es tarea fácil, el mismo Jesús nos ha advertido: “mirad que os envío como corderos en medio de lobos”, en el mundo hay gente muy buena, pero existen personas, incluso al interior de la Iglesia, y de lo cual los enemigos de Dios se sirven para la mofa y descrédito de la Santa Iglesia, que actúan como auténticos lobos, que buscan su propio provecho usando la violencia, la destrucción y la muerte. 
 
El trabajo misionero, además de valentía para enfrentarse a los obstáculos del mundo, requiere desasimiento y disponibilidad de tiempo: “No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino”.
 
También, los testigos de la fe son personas de paz; “En la casa en que entréis, decid primero: “Paz a esta casa.”  Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a vosotros”.
 
El evangelizador necesita permanecer con el evangelizado y tiene derecho a su sustento: “Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No vayáis de casa en casa.” El misionero cristiano, no exige exquisiteces o grandes compensaciones, solo lo necesario para la vida, pero él mismo con su pobreza de espíritu y su actitud pacífica, es portador del Reino de Dios: “En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan;  curad los enfermos que haya en ella, y decidles: “El Reino de Dios está cerca de vosotros”. 
 
Pero cuidado, el anuncio del Evangelio, conlleva una responsabilidad del que anuncia, ¡ay de mí si no evangelizara!, pero también  una exigencia de aceptación: “En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca.” Os digo que en aquel Día habrá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad”.
 
El anuncio fiel del Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, cuya aceptación como Señor y Salvador, es el inicio del Reino de Dios en nosotros, solo trae auténtica alegría en los misioneros, pero también ha producido liberación de los poderes opresores casi invencibles como la del demonio: “Regresaron los 72 alegres, diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.»
 
Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado el poder de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo poder del enemigo, y nada os podrá hacer daño…” Algunas palabras sobre posesiones demoniacas, al respecto el Código de Derecho Canónico, compilación oficial de leyes de la Iglesia Católica, estipula en el canon 1172: “§ 1. Sin licencia peculiar y expresa del Ordinario del lugar, nadie puede realizar legítimamente exorcismos sobre los posesos.  § 2. El Ordinario del lugar concederá esta licencia solamente a un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida”.
 
Ojalá nuestros obispos no se olviden de este deber para con sus jurisdicciones eclesiásticas, que es un deber de ellos proveer todo lo necesario para la salvación y un derecho de los fieles que se les ofrezca todos los medios de salvación por parte de los pastores del rebaño.
 
Finalmente para qué o por qué evangelizar, no se debe hacer ni siquiera por la alegría que se experimenta al ver a mucha gente liberada dela esclavitud del pecado y del maligno, sino Jesús nos dice: “pero no os alegréis de que los espíritus se os sometan; alegraos de que vuestros nombres estén escritos en los cielos», es decir de haber obtenido la recompensa de la salvación eterna, el tesoro más preciado, estar en el cielo junto a nuestro amado: Jesucristo. 
 
COMENTARIO BÍBLICO (Lc. 10, 1-12.17-20) - Domingo 7 de julio del 2013

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