Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Chimbote en Línea (Por: fray Héctor Herrera) «La Eucaristía es el gran alimento de esta vida, el tónico para los débiles, el alimento sano para los fuertes, el estímulo para los oprimidos». (San Alberto Hurtado) Cada domingo celebramos los gestos de la donación total de Jesús para que nosotros tengamos a él mismo como el alimento que nutre y fortalece nuestra fe, a fin de que hagamos realidad el compartir el pan del amor, la alegría, la fe y la esperanza de una comunidad que ora, cree y actúa, haciendo realidad su mensaje de amor. De esto nos habla el evangelio de Mc. 14,12-16.22-26.

Jesús sella una alianza nueva. Él mismo se da por la vida de todos (v.22). Es signo de comunión. Su muerte es memoria de esa vida entregada por nosotros, para que aprendamos a servir y amarnos los unos a los otros. “Sus palabras sobre el pan y sobre la copa expresan la magnitud de lo que quería hacer en la cruz: entregarse por los suyos, por todos los hombres, por el mundo, con un amor sin medida” Fr. Miguel De brugos Núñez).

El pan es vida: “Yo soy el pan de la vida: el que viene a mí no pasará hambre, el que cree en mí, no pasará nunca sed” (Jn 6,35). Cuando nos alimentamos de su cuerpo, nos identificamos y asumimos la propia persona de Jesús, que nos exige fe y compartir como comunidad.

¿Nuestras eucaristías son un ritualismo vacío, o nos compromete a amarnos, a perdonarnos, a solidarizarnos con los más pobres y necesitados? El Papa Francisco nos llama a la reflexión: “En la Eucaristía, Cristo siempre lleva a cabo nuevamente el don de sí mismo que ha realizado en la Cruz. Toda su vida es un acto de total entrega de sí mismo por amor; por eso Él amaba estar con sus discípulos y con las personas que tenía ocasión de conocer. Esto significaba para Él compartir sus deseos, sus problemas, lo que agitaba sus almas y sus vidas” (12.2.2014).

Cuando celebramos la eucaristía, veo en los gestos de la comunidad cristiana ese interés y amor por el necesitado, que se expresa en la recolección de víveres, en el apoyo solidario al enfermo. Al mismo tiempo ora y promueve la justicia de Dios, el respeto por la vida y la dignidad de los seres humanos, reflexiona sobre el cuidado del medioambiente. Estos son signos que “hacer memoria de Jesús”, es celebrar la victoria de Cristo sobre el pecado del egoísmo, que cierra su corazón al dolor del hermano.
Es dejarnos trabajar en nuestro corazón y nuestra mente, por el espíritu de Jesús, que nos enseñó con su testimonio de vida a dar la vida por los demás. Y celebrar con alegría que Jesús está como alimento que nutre toda la experiencia de nuestra vida para que hagamos lo mismo. Compartir las luchas, alegrías y esperanzas de los demás es hacer lo que Jesús hizo y que nos urge a todos como sus discípulos: “Hagan esto en memoria”.

Una comunidad que ora, que se alimenta de la Palabra, que acepta a Jesús en la donación de su Persona como Pan de vida, nos lleva a buscar la voluntad de Dios, en la unidad, cercanía, perdón, misericordia, solidaridad y justicia, que brotan de un profundo sentido de Cristo en nuestras vidas. Seamos el pan triturado de Cristo como testigos de Cristo de su amor y reconciliación en este mundo. (Fr. Héctor Herrera, o.p.)

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