Acoger a Jesús (Por fray Héctor Herrera o.p.)

Chimbote en Línea (Evangelio Dominical).- El evangelio de Lc. 10,38-42 nos presenta a Marta y María, que reciben con gran alegría a Jesús, como su huésped. La virtud de la hospitalidad era muy valorada entre los pueblos antiguos.

Y Jesús nos llama la atención, Marta “la señora de casa” está muy ocupada en los quehaceres cotidianos, quería atender mejor a su amigo Jesús. Y María se sienta a los pies como discípula para escuchar al Maestro.
Marta interrumpe la conversación de Jesús con María “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? (v.40). Ambas acogen al huésped. Pero Jesús nos da una lección hermosa sobre el verdadero sentido de la hospitalidad: Marta, te inquietas por muchas cosas, pero una cosa es necesaria. Y María escogió la mejor parte” (vv.41-42). Escuchar con el corazón y contemplar a Dios, en la vida cotidiana, en la naturaleza. Contemplar a Dios en tanta belleza, que se está destruyendo la vida de los pueblos indígenas por el desprecio a su vida, a los bosques y a todo lo que Dios ha creado.

En la historia de la Iglesia, siempre hubo una honda preocupación por defender la vida y el hábitat de los nativos, que son personas con los mismos derechos que cualquier ciudadano, y no deben ser excluidos: “Ante la exclusión, Jesús defiende los derechos de los débiles y la vida digna de todo ser humano. De su Maestro, el discípulo ha aprendido a luchar contra toda forma de desprecio de la vida y de explotación de la persona humana” (DA. No. 112)

El Papa Francisco recoge el llamado de las Naciones Unidas, en el Día Mundial del Medioambiente, a la necesidad de acabar con los residuos y el desecho de los alimentos.
Y nos enseña sobre nuestras preocupaciones: “El que muere no es noticia, ¡pero si se reducen en diez puntos las bolsas es una tragedia! Así es como las personas acaban siendo descartadas, como si fueran residuos.

Esta "cultura de lo descartable" tiende a convertirse en la mentalidad común que nos contagia a todos. La vida humana, la persona ya no se percibe como valor primordial que debe ser respetado y protegido, especialmente si son pobres o discapacitados, si todavía no sirve --como el niño por nacer--, o no sirve más, como los ancianos.

A veces caemos en el peligro: ocuparnos de lo superficial y del consumismo, que no tenemos tiempo para escuchar y dialogar. Y olvidamos que hay que guardar el equilibrio en saber escuchar a Dios en nuestra vida, contemplando su Palabra y cumplirla mejorando la cultura de la solidaridad fraterna. Y como  ese diálogo nos abre hacia los demás para saber intercambiar ideas, proyectos y buscar juntos el bien común,  respetando a la otra persona, siendo  tolerantes.

La hospitalidad se basa en la contemplación del rostro de Dios, escuchando y practicando su Palabra y en el encuentro con el hermano, dialogando, acercándonos a su realidad y proyectando cómo nos realizamos como personas, sin minusvalorar al otro, sino descubriendo en el otro a un hermano que se sienta acogido, amado y protegido. Sólo en la escucha y en diálogo descubrimos el tesoro que es Dios en nuestras vidas. (Fr. Héctor Herrera, OP.)
 

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