¿Es rentable amar?

Chimbote en Línea (Por: P. Marco Dávila Montalvo*) Hablar sobre este tema parecería paradójico en un mundo en el cual no se hace otra cosa que hablar de guerra, un mundo en el cual el rostro de la violencia lleva nombres y donde la desesperanza de muchas personas parecería crecer más y más por la sencilla razón que se desconfía “del otro”.

En una sociedad como la nuestra, se llenan páginas y más páginas de los periódicos para aclarar una jugada futbolística y poco se habla de cuestiones tan vitales como la de la amistad y el amor.

Tenemos que decir, en primer lugar, que el amor no debe confundirse con la simple simpatía, el compañerismo, la camaradería, ni el enamoramiento; el amor, pues, es algo más profundo y difícil de conquistar, debe buscarse tan apasionadamente como se busca un tesoro.

La más honda historia de amor es la de Dios por el hombre, su criatura. Dios ama a los hombres mucho antes de que nazcan, es Él el “antiegoísta” por antonomasia, la creación es el propio desbordamiento de su amor.

Al ser humano, con el entusiasmo se ser enteramente humano, corresponde entonces, colocar la amistad y el amor en uno de los primeros lugares de su escala de valores. Para el hombre de hoy, llega a ser imprescindible descubrir que, vale más la amistad con la que nosotros sostenemos a otros que aquella con la que mendigamos que nos sostengan.

Decía Michel Quoist que: “el amor es un camino con dirección única: parte siempre de ti para ir a los demás. Cada vez que tomas algo o alguien para ti, cesas de amar, pues cesas de dar. Caminas contra dirección”.

Precisamente, para amar,  podríamos decir, hay necesidad de ser “ex-céntrico”, salir fuera de uno mismo, del centro que creemos ser y bajar del pedestalillo que nos hemos creado. El amor tiene que ser eso, don y solamente don, sin que se pida nada a cambio.

Amigo lector, hace poco encontré una reflexión que deseo compartirte:

Si la nota dijese: una nota no hace una melodía, … no habría sinfonía.
Si la palabra dijese: una palabra no puede hacer una página, … no habría libro.
Si la piedra dijese: una piedra no puede levantar una pared, … no habría casa.
Si la gota de agua dijese: una gota de agua no puede formar un río, … no habría océano.
Si el hombre dijese: un gesto de amor no puede salvar a la humanidad, … nunca habría justicia, ni paz, ni dignidad, ni felicidad sobre la tierra de los hombres.
Y así como la sinfonía necesita de cada nota,
Como el libro necesita de cada palabra,
Como la casa necesita de cada piedra,
Como el océano necesita de cada gota de agua,
La humanidad entera tiene necesidad de ti, allí donde estés, único, y por tanto irremplazable.

A nuestra pregunta inicial, tendríamos que responder que, el amor no es jamás rentable, no podrá serlo y no debemos dejar que lo sea. El amor que demos, aunque no veamos sus frutos, dará siempre una nueva sangre al cuerpo exangüe de la humanidad.

Olvidarse un poco de nosotros mismos, buscar la manera de hacer felices a los demás. Allí encontraremos la felicidad que nadie va a podernos quitar.

(*) Padre formador en el Seminario Mayor San Carlos y San Marcelo. Texto publicado en Emaús, febrero 2014

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