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“La Vida, don de Dios y bien supremo de la humanidad: protejámosla”

Chimbote en Línea.- En estos momentos cruciales que vive nuestra sociedad, los Obispos del Perú, como pastores del Pueblo de Dios, deseamos transmitir un mensaje de fe y esperanza al pueblo peruano, desde la luz de Cristo Resucitado, el Eterno Viviente, nuestro Dios y Salvador.

1.  Dios, el Señor de la vida, que creó al hombre a su imagen y semejanza (Gn 1,27), nos dio el don de la vida, que es un bien de la persona y un bien de la comunidad, la cual debemos cuidar, defender y proteger de cualquier amenaza o peligro, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural.

2.  El dolor y el sufrimiento que padecemos por esta pandemia nos hace constatar que somos más frágiles de lo que creemos. Pero, no estamos solos; el Cristo resucitado y su Iglesia nos acompaña, ya que “(…) los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS, 1).

3.  Esta pandemia nos afecta a todos y nos exige responder con responsabilidad y dignidad el momento que vivimos; por ello, debemos cumplir lo que disponen las autoridades del país y los profesionales de la salud, como una obligación de conciencia, haciendo uso de los medios necesarios y adecuados para protegernos personal y comunitariamente y así evitar la expansión de este virus. La urgencia de hoy es salvar tu vida y la de los demás.

4.  También esta pandemia está socavando los cimientos de la convivencia universal; es una crisis biológica, económica y antropológica; así mismo, es una crisis comunicacional. El Papa Francisco en este contexto, nos dice que nuestra civilización necesita hacer un cambio, necesita repensarse y regenerarse. Estamos invitados pues, a asumir nuestra responsabilidad y afrontar el desafío por un nuevo humanismo; es decir, una nueva manera de ser y de convivir. En esta línea, debemos promover una alianza entre ciencia, ética y política, cuya base tiene que ser un nuevo pacto por la vida, expresada en un sistema político que no debe ser autorreferencial sino que debe estar verdaderamente al servicio de todos los peruanos, especialmente de los más vulnerables.

5.  En este contexto, es necesario preocuparnos por los demás, especialmente de los adultos mayores, de los enfermos, de los pobres y marginados y de aquellos que requieran una atención especial, como los miles de compatriotas que están procurando llegar a su lugar de origen. Es tiempo de practicar la caridad hacia dentro de la familia y la solidaridad hacia afuera con los más necesitados y vulnerables.

6.  Debemos concretizar acciones por los migrantes y las personas en “situación de calle” que son los más expuestos. No nos está permitido pasar de largo, sino que debemos detenernos junto al que nos necesita, como el Buen Samaritano. No permitamos que los miles de personas contagiadas con el COVID-19 queden en el abandono.

7.  Es urgente atender la situación de los que están perdiendo sus trabajos, cuya gran mayoría  “vive el día a día”; esto requiere la acción decidida del Gobierno con políticas económicas donde prevalezca el gran valor de la vida tanto en su dimensión humana y social.

8.  Igualmente, causa gran dolor el hacinamiento que sufren los presos y la sobrepoblación penitenciaria que hacen imposible el aislamiento social necesario, lo que está llevando a un grave desenlace. Invocamos una rápida atención en el marco de las recomendaciones que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha dado en el contexto de esta pandemia. A pesar de haber una responsabilidad de los presos, no olvidemos que son seres humanos y merecen ser tratados con dignidad, como el Papa Francisco ha dicho: “ser privados de libertad no es lo mismo que estar privado de dignidad. Nadie puede ser privado de la dignidad”.

9.  Debemos tener gratitud y orar por quienes están “en primera línea” al frente de esta batalla: los médicos, las enfermeras y los trabajadores de los hospitales y clínicas; también las fuerzas armadas, la policía nacional, el personal penitenciario, el de limpieza y todos quienes están protegiéndonos. Todos estos hermanos(as) son un auténtico testimonio, porque salvan vidas con verdadera entrega y real sacrificio.

10.  La Iglesia Católica reafirma su compromiso de servicio y ayuda a nuestros hermanos más necesitados a través de las Cáritas Diocesanas, las Cáritas parroquiales, las congregaciones religiosas, el voluntariado, y con el servicio de apoyo espiritual telefónico a los fieles y a toda persona que lo solicita. Al mismo tiempo, la Conferencia Episcopal Peruana saluda el esfuerzo que está haciendo el Gobierno y las autoridades del Perú, para enfrentar esta pandemia.

Que la misericordia de Dios y la protección maternal de la Bienaventurada Virgen María, nos bendigan y protejan.

Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal Peruana