Comentar

Mi Chimbote querido

Chimbote en Línea.- (Periodismo Escolar).- Tras la propuesta de nuestra profesora del curso de comunicación  Miss  Susy, sobre el lema enviado para el concurso de Juegos Florales  Escolares 2018 “Diversidad que nos une, comunidad que comparte”, el alumno Racchumi Valderrama Gustavo Mauricio, del primer año A del nivel secundaria de la I.E.P. “San José” manifestó su identidad con mucha emoción en un relato, cual tituló  “Mi Chimbote querido”, al escucharlo, quedé atónito. Ahora quiero compartirlo con ustedes y dice así…

 
Chimbote, tierra de promisión, tierra de mis antepasados, ciudad de la pesca y del acero, tierra que me vio nacer.

Yo nací y crecí cerca al mar y mis días amanecían con ese olor inigualable e exquisito que solo la naturaleza de nuestra bahía puede emanar. Cuando era pequeño y sentía ese olor me imaginaba comiendo un cebichito de anchoveta, un jugoso con sus maruchitas y su yuyo o una jalea como sólo mi mamá  sabe preparar.

Mi abuelo era pescador, mi mamá me contaba que como hombre de mar, él tenía devoción por nuestro patrón San Pedrito y cuando llegaban las fiestas, ellos participaban en familia de las actividades que se realizaban.

Cada 29 de junio se levantaban muy temprano y toda la familia iba al muelle y se embarcaban en una lancha para acompañar en la procesión por el mar a San Pedrito, luego cuando se desembarcaban acompañaban la procesión hasta la Iglesia que lleva el mismo nombre del patrón chimbotano donde se realizaba la misa.

Miles de personas fervientes y con devoción llegaban de diferentes ciudades del interior de nuestro país y ni que decir de las personas que venían de otros países a esta gran celebración.

La algarabía reinaba en nuestro puerto, llegaban los artesanos de Huancayo, Cusco, de Piura, los cajamarquinos trayendo sus ricos quesos, sus roscas y su exquisito manjar.
Era un gran fiesta donde se mezclaba la fe a nuestro San Pedrito y la unión familiar que compartía y vivía este lindo día; es por ello que mis tíos, mis abuelos y todos los chimbotanos esperaban esta fecha.

También me contó mi mamá que en una ocasión, días anterior a la fiesta, cuando era adolescente, fueron con mi abuela una mañana al centro de Chimbote, caminaban por la avenida Pardo y vieron algunos artesanos que habían llegado a nuestro puerto, a mi abuela le llamó la atención a una señora que tenía a un bebé durmiendo en unos cartones en plena calle,  ella sin pensarlo le ofreció posada, pero la señora le dijo que había venido con su esposo desde Piura trayendo su artesanía.

Mi mamá preguntó a mi abuela en voz baja si estaba segura de lo que estaba haciendo a lo que le respondió: “si hija estas personas necesitan nuestra ayuda y está en nuestras manos hacerlo”; en ese momento se acercó el esposo y enterado del ofrecimiento de mi abuela aceptó la ayuda.

Enseguida llevaron al bebito y a la señora a casa, mis tíos recibieron bien a los visitantes y llegada la tarde mi abuela llevó nuevamente a la artesana y su hijito a reunirse con su esposo.

Conociendo a mi abuela sé que lo hizo de corazón, ella es muy buena, lo puedo constatar porque gracias a Dios la tengo cerca de mí. Será por eso que desde que tengo uso de razón, yo también vivo junto a mis padres y mi hermano esa devoción. Ahora tengo 12 años y desde bebé hasta hoy me llevaban muy temprano a esperar a San Pedrito en la orilla del mar que lo bajen del bote; miraba a lo lejos la lancha que traía a nuestro patrón y el bote se acercaba para luego traerlo hasta la orilla, allí lo esperaban los devotos  para llevarlo en hombros en procesión hasta su iglesia , cada vez que iba siempre se quemaba  un castillo a la orilla  del mar en su honor, el ruido de avellanas se confundían con las melodías que tocaba la banda y yo por supuesto en medio de la procesión.

¡Ah!,  pero eso sí, mientras esperábamos a San Pedrito sentados en la arena degustábamos de una rica causa chimbotana, era lo primero que comíamos, no importaba si el aire corría y a veces caía un poquito de arena sobre nuestra causa porque estábamos felices a la orilla del mar. Hasta el año pasado fue así como esperaba a San Pedrito.
Este año fue diferente, porque les hice recordar a mis padres la promesa que nos hicieran a mi hermano Flavito  y a mí; pues ellos nos habían prometido que cuando yo cumpliera doce años y Flavito ocho, nos llevarían a la procesión que se hace en el mar.

Mi papá permaneció un momento en silencio, mi mamá lo quedó mirando y nosotros ansiosos esperando una respuesta, de pronto respondió: mañana se levantan temprano y cuando llegue de trabajar nos iremos a embarcar. Mi hermanito y yo gritamos de emoción.

Esa noche no pude dormir, me imaginaba subido en una lancha y pensaba en todo lo que mi mamá me contaba de sus procesiones en el mar. Mamá nos preparó el desayuno, estábamos sentados inquietos esperando a papá, cuando de pronto escuchamos la puerta, era papá que llegaba de trabajar y entró preguntando si ya estábamos listos, lo saludamos y corrimos a cambiarnos.

Esa mañana no quisimos ni el desayuno, fue la excepción; creo que nos sentíamos llenos pero de emoción. Hasta el sol salió, nos sorprendió con su resplandor que ilumina alegremente este día especial.

Por fin se cumpliría mi sueño, salimos mi hermano , mis papás y yo presurosos de casa, tomamos un taxi que nos llevó al muelle municipal y allí nos embarcamos, estábamos emocionadísimos, me parecía mentira, yo subido en una lancha.

Habían varias lanchas donde se embarcaban chicos y grandes, después de un rato la lancha zarpó, la banda que estaba allí empezó a tocar, pregunté a mi papá  hacía donde nos dirigíamos y él me contestó: nos vamos hacia donde está San Pedrito. La felicidad inundaba mi corazón, sentía como retumbaba en mi pecho, todo lo que estaba viviendo me parecía un sueño .

Emocionado pude ver de cerca la Isla Blanca, hermosa, inmensa, parecía una mujer que dormía tranquilamente sobre el mar, vi lobos marinos, las pardelas como se lanzaban al mar para sacar su presa.

Por fin, llegamos donde estaba la lancha que llevaba San Pedrito. Nunca había visto ni vivido algo igual, todas las lanchas rodeaban a nuestro patrón; el Monseñor de nuestro puerto realizó la ceremonia.

Luego la gente bailaba acompañada de la banda que tocaba la música de nuestra sierra, zapateaban alegremente y qué decir del dueño de la embarcación que feliz se encontraba en medio de los danzantes.

Pregunté a mamá ¿Por qué bailan? Ella me respondió: el señor que está al centro es el dueño de la lancha y en agradecimiento a nuestro patrón baila feliz por estos meses del año que han sido buenos para los pescadores, por haberlos acompañado en su faena de pesca y por traerlos con bien al puerto.

Por si fuera poco,  además de habernos permitido  subir a su lancha, el dueño de la embarcación nos brindó a todas las personas empanadas y bebidas. Ese día todo fue maravilloso.

Terminada la celebración, la lancha nos llevó al mismo muelle de donde habíamos zarpado, desembarcamos, salimos del muelle y enseguida nos dirigimos a la iglesia donde se celebraba la misa, había mucha gente como todos los años, gozamos de la misa, luego nos dirigimos a almorzar un rico potaje chimbotano, por supuesto como tenía que ser, a base de pescado.

Ya a las tres regresamos a casa, cansados pero felices, me recosté un rato, cerré mis ojos y sentía como si estuviera en el mar.

Este año no nos comimos una rica causa en la orilla del mar, pero papá nos prometió que un fin de semana iremos al Vivero Forestal para poder degustar de la deliciosa causa que allí se puede encontrar y aprovecharemos para poder respirar el aire puro que emanan esos grandes y hermosos árboles que forman parte de ese lindo lugar.

Ahora puedo decir que el 29 de junio del 2018, fue un día que jamás olvidaré, en este preciso momento siento mi corazón palpitar intensamente por todo lo que viví ese gran día.
Soy un adolescente feliz y orgulloso de mi  gente, de mi tierra que me vio nacer y que ahora me ve crecer. Soy chimbotano de corazón.

ALUMNO   :   Hernán Saldarriaga Chilón
GRADO     :   Cuarto
I.E.P.         :    San José
ASESORA:    Susy  Yovanna Cabrejos Cabrejos