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La Navidad: fuente de esperanza y liberación

Chimbote en Línea.- (Por: Mons. Ángel Francisco Simón Piorno).- El día 24, mucho más allá de los regalos en la cena de Navidad, nos encontramos con un niño recién nacido, el Hijo de Dios, que asume nuestra condición humana. Pertenece a la revelación: no solo se hace hombre, sino que se ha hecho carne. En las Sagradas Escrituras, la palabra "carne" significa indefensión, vulnerabilidad, fragilidad y debilidad.

Dios se ha hecho hombre asumiendo el sufrimiento y la debilidad, sometido a la enfermedad y a la necesidad de ser protegido y querido por sus padres, acosado también por la ansiedad y el abatimiento.

Podemos afirmar, pues, que en la Encarnación y en nacimiento de Jesús, Dios quiso compartir con nosotros, no solo la naturaleza, sino la naturaleza sometida al dolor y a la caducidad.

En todas las grandes religiones y en nuestra manera de entender el cristianismo, invocamos a Dios, para que nos ayude ante las dificultades y ante la enfermedad.

Nuestro corazón anhela un Dios omnipotente, que nos brinde seguridad y protección. Dios no es sordo a nuestra llamada; pero ha venido a nuestro mundo y a nuestra realidad en el Verbo Encarnado, no como alguien lleno de poder y de fuerza, sino como un ser inerme y débil.

Al hacerse carne, Jesús, ha asumido la necesidad y la contingencia. Él nos conoce y conoce nuestras obsesiones y pecados. Por este motivo, podemos afirmar que su nacimiento no implica una intervención fulminante para acabar con los problemas del hombre, sino para darle la gracia y la fuerza que necesita, para que con coraje y paciencia, asuma los problemas de cada día, tanto personales como comunitarios. La Navidad, pues, es fuente de esperanza y liberación de la angustia.

Esta manera de proceder por parte de Dios, nos desubica con el nacimiento de su propio Hijo. Dios se queda entre nosotros y podemos encontrarlo entre los más frágiles y marginados de nuestro mundo.

Con su nacimiento en la periferia de Belén y reconocido únicamente por los más humildes de la tierra, los pastores, nos han enseñado que si de verdad queremos un encuentro con Él, es nuestra obligación acercarnos y compartir con los pobres, que son un signo cuasi sacramental de su presencia en el mundo.

No tenemos que ir a otro mundo, aquí en Chimbote se hace encontradizo con el que quiera encontrarse con Él.

(Publicado en Mar Adentro, diciembre 2016)