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Ternura que cambia tu vida

Chimbote en Línea (Por: fray Héctor Herrera) El evangelio de Juan 8, 1-11 nos presenta el caso de un doble testimonio. Los escribas y fariseos le presentan a una mujer sorprendida en adulterio. Su soberbia y prepotencia y su “bien obrar” es evidente. Ella es reo de muerte (Lev.20,20; Dt 22,22). Si Jesús la perdona va contra la Ley de Moisés. Si la perdona va contra la ley romana, pues estos aplicaban la ley. No tiene escapatoria.

Hoy en día, también hay comportamientos como el de los letrados y fariseos, que pasan por alto la explotación sexual a niñas, adolescentes y jóvenes, el tráfico de personas. Jesús ni siquiera toma en cuenta a esos dedos acusadores, cómplices de la violencia y que atentan contra la dignidad de la mujer.

Todos huyen porque los acusadores se convierten en acusados: partícipes, tal vez de las situaciones injustas y denigrantes, que sólo ven a la mujer como un objeto sexual. Perciben en el silencio de Jesús, un llamado a mirarse a sí mismos, a confrontarnos con la realidad que vivimos y a buscar soluciones de trabajo por la dignidad de todos.

Han quedado frente a frente Jesús y la mujer. Ella ya no sentía miedo. La mirada del maestro era una mirada diferente, llena de ternura, amor y compasión. En el diálogo le hace redescubrir su dignidad como hija amada por Dios. Y le dice con ternura: “Ninguno te ha condenado. Yo tampoco te condeno. Vete y no peques más” (Jn. 8,11).

Jesús nos muestra la misericordia, como nos recuerda el Papa Francisco «así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura». Porque «Dios perdona no con un decreto, sino con una caricia». Lo hace «acariciando nuestras heridas de pecado porque Él está implicado en el perdón, está involucrado en nuestra salvación». (cf. Homilía El Perdón en una caricia, 07.4.2014)

En esta figura del adulterio, Jesús quiere recordarnos que la relación de Dios su Padre y Padre nuestro es de amor, compasión y misericordia, que nos exige fidelidad, constancia, lucha, esfuerzo por conquistar nuestra dignidad como varones y mujeres. Porque Él nos ha creado libres e iguales.

Es el pecado que crea divisiones de machismo, mal uso, a veces de los medios de comunicación social, que atentan contra la dignidad de la persona. Depende de nosotros cristianos abrir nuevos caminos, motivados por la Palabra de Dios, para hacer posible que tanto las mujeres como los varones sean tratados con respeto.

Hay diversos testimonios de mujeres que van sembrando semillas de libertad, amor y respeto, porque han dado su vida como Jesús, por criar, educar y formar bien a sus hijos. No se han dejado atemorizar por las condiciones inhumanas a las que se ven sometidas, sino han sabido proclamar con valentía: ¡Jesús es el Señor. Él nos ama si  respondemos a su amor con libertad y generosidad. Él quiere que cambiemos y como a la mujer nos dice: «que se marche y que no peque más: es grande la misericordia de Dios, es grande la misericordia de Jesús: nos perdona acariciándonos» (Papa Francisco).

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA. CICLO C. 13.03.2016.JN. 8,1-11