Comentar

Una carta para Lechuza

Chimbote en Línea (Por: Percy Robles Guibovich*) Si yo les digo murió Manuel Félix Arellano Pesantes ustedes dirán “¿Y quién diablos es ese?”. Pero si les digo “Murió Lechuza” hasta los ciegos y sordos lo saben. El mejor amigo que tuve, más de siete décadas de entrañable amistad, franca, leal, sincera; manirroto, bonachón, periodista profesional, fotógrafo, pata de perro, padre amoroso y abuelo. Compañero de toda la vida de Zulema Nakayabú. Permítanme escribirle una carta:

Manuel, amigo, hermano: los hermanos son los amigos que nosotros escogemos y que duran toda la vida. Tus padres don Julio, de Santiago de Cao, y tu madre doña Luzmila, cajamarquina. Llegaron a esta tierra maravillosa que era Chimbote, tú y tus hermanos Jaime, Nelly, Ciro, Beni, Mario y Nancy, tuvieron la dicha de gozar de nuestro límpido mar, generoso en darnos abundancia de peces que hoy ya no existen; los robalos, las corvinas, el lenguado, etc., etc.

¿Recuerdas cuando pescábamos con cordel en el muelle viejo, frente al hotel Chimú? Era un tira y jala porque salían al toque de a par, o de a tres, de acuerdo al número de anzuelos que poníamos.

Estudiamos en el Centro Escolar 313, esquina de Leoncio Prado con Sáenz Peña, mañana y tarde. “Centro Escolar 313, aula querida de mi corazón, sigue tu rumbo brillante y firme”, himno compuesto por el profesor Ernesto Montañez; los profesores eran de la Normal de Tingua: Eneas Sarmiento, Tobías Ascencio, Alberto Torres, Chávez Gabancho, Manuel Pinedo “Cajamarquino”, etc. La palomillada ponía chapa a todo el mundo y tú no escapaste; tenías un tic que te hacia parpadear, abrías y cerrabas los ojos que parecías un búho o paca-paca, y te pusieron “Lechuza”, apodo que te identificó hasta tu muerte. ¿Te acuerdas cuando te cantábamos “Lechuza malagüera, te meto la manguera, si vas al Paraíso te saco un par de mellizos”?, y era un cague de risa contigo a la cabeza porque no eras picón, sabías que el que se pica pierde.

¿Recuerdas que en el año 50 vino al cine Chimbote, en Bolognesi, el elenco teatral del actor Luis Álvarez, a presentar la obra “Collacocha”, y él hacia el papel del ingeniero Echecopar? Nos contrató como comparsa, para gritar temblor, temblor y salir corriendo; nos pagaron con una bolsita de maní confitado para cada uno: Marco Leclère, tú, mis primos Chavalillo y Cote Villanueva, Ñaño Ruiz, hijo de la señora Electra, el negro Juan Ojeda, hijo de la señora Emiliana, y yo. Oye, Lechuza, fíjate que solamente quedo yo… ¡Vade retro, Satanás!

Cuando se inauguró el cine Bahía, de don Enrique Cam, en Bolognesi, que fue el primero que vendía marcianos de fruta, nosotros íbamos a comprar y a mirar a sus hijas, muy bonitas: Amelia y Delina. ¿Te acuerdas?, yo venía por el malecón Grau donde vivía y pasaba por tu casa de Enrique Palacios, primera cuadra, donde don Julio ya tenía su astillero artesanal, donde hacían y reparaban botes de madera. “¡Lechuza, vamos a la matiné del Bahía!”.

Doña Luzmila, tu madre, gritaba desde adentro: “¡No vas si no peinas primero al Ciro!”, que era trinchudo. Antes no era decente tener los pelos parados (hoy es moda); entonces agarrábamos cola de carpintero y le pasábamos la brocha por la cabeza al Ciro, y lo cubríamos con las manos hasta que se les asentaban los pelos. “¡Ya, mamá, ya peinamos al Ciro!”. Cuando regresábamos del cine, Ciro tenía la cabeza como una tabla por la cola endurecida.

En el año 52 mi familia y yo nos trasladamos a Pativilca y Barranca, donde estudié la secundaria. Regresando a Chimbote en el año 1959, tú te habías ido a Lima a estudiar Periodismo, y junto con Pepe Gutiérrez fueron los primeros periodistas profesionales, chimbotanos, que estudiaron en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Entraste a trabajar al diario El Faro; y luego, con Wilfredo Peláez que tenía la corresponsalía de La Prensa, lo acompañaste, hasta que Willy fundó el Diario de Chimbote, hace 29 años. Además de redactor eras el fotógrafo oficial. Hiciste buenas migas con la familia Peláez, que te consideraba uno más. Me contabas que la señora Juanita Gularte, que tenía su restaurante en la segunda cuadra de Manuel Ruiz, te invitaba el almuerzo para que no vayas hasta tu casa en Miramar. Cuando falleció Willy, Coco Beto y Alberto Roca te comentaban que solo faltaba un fotógrafo para editar un periódico allá arriba, y tú: “Ja, ja, ja...”.

Zulema Nakayabú, tu compañera de toda la vida, tus hijos Chola, Piolín, las mellizas Úrsula y Milagritos, Tunín y Pitín, amigos de mi hijo e hijas, la amistad continúa a través de ellos. Vivías en la quinta cuadra de Enrique Palacios y tenías muy buena posición económica. Llevado por tu amor al José Gálvez llegaste a ser presidente del club; los jugadores invadieron tu domicilio, abusaban, te pedían prestado licuadoras, planchas, aspiradoras, etc., que nunca devolvían, y comían en tu casa de lo mejor. Te pasaste de buena gente, que en criollo decimos cojudo. Nunca supiste decir no si podías ayudar a alguien.

Te estoy viendo con tu cartapacio a la bandolera, cámara fotográfica, tu infaltable sonrisa de oreja a oreja y tu pestañear de búho sabio. La semana pasada partiste al Eterno, pero dejaste muchos amigos. Me dijiste que lo mejor que tenías era los amigos, y cuando te pregunté: “¿Crees que hay alguien en Chimbote que no te conozca?”, respondiste: “¡Claro, tanto serrano que hay!”.

Chau, hermano, he llorado tu partida porque los viejos somos muy querendones, y yo te quiero, lechuza malagüera.

* Percy Robles Guibovich (Chimbote, 1938). Es autor de crónicas y artículos aparecidos en diversos medios locales. Fue regidor de la Municipalidad Provincial del Santa en tres períodos diferentes. Publicó el libro de memorias “El Chimbote que se fue” (2006).