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Concebirás a un hijo, Jesús - Cuarto domingo de Adviento

Chimbote en Línea (Por: Fr. Héctor Herrera)  El evangelio de Lc 1,26-38, nos presenta al mensajero Gabriel, ya no en el centro religioso del judaísmo, Jerusalén, sino Nazaret, en Galilea, lugar escogido por Dios para encarnarse. Allí vivía una sencilla doncella, María, prometida de José de la estirpe de David (v.27). El mensajero le trae una buena noticia: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (v.28). La joven se turba. Gabriel dialoga con ella: “No temas María, que gozas del favor de Dios. Mira, concebirás y darás a luz un hijo que se llamará Jesús” (v.31). María escucha que su hijo será llamado Hijo del Altísimo y que Dios le dará el trono de David su Padre para siempre (v.31-33).

María representa a ese pequeño resto de la humanidad que pese a su situación de marginación, rechazo y abandono por parte de los dirigentes religiosos, sin embargo confía, espera y está dispuesta a escuchar la Palabra de Dios.

Ella pregunta ¿cómo sucederá esto, si no convivo con un hombre? (v.34). En efecto María está comprometida con José. Y por otro lado había consagrado su virginidad a Dios. ¿Cómo ser fiel y coherente con su prometido? Gabriel le responde “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el consagrado que nazca llevará el título de Hijo de Dios” (v.35).

María experimenta la Palabra de la presencia de Dios en la nube (Ex. 40,35). Así será el nacimiento de su hijo de una manera extraordinaria. Y por eso responde libre y resueltamente para colaborar con este plan de salvación: “Yo soy la esclava del Señor; que se cumpla en mí tu palabra” (38). Es la aceptación libre, gozosa y  esperanzadora que nace de la fe viva de María en ese Dios que ama y que cumple su promesa de salvación.

Su humildad y fe para acoger  y encarnar la Palabra en su vientre, transforma la historia, la hace nueva, porque entabla una alianza entre Dios y su pueblo. Es el Dios cercano que ha puesto su tienda entre nosotros, para que veamos y sintamos su presencia amorosa, cercana, positiva que nos llena de alegría para quienes lo buscan y aceptan en su vida con sincero corazón.

¿Cómo cumplir hoy la voluntad de Dios en un mundo sediento de amor y de verdad, de justicia y de paz? Sólo en Jesús, el Dios con nosotros, la historia se hace nueva y es nuestro compromiso como creyentes, encarnar la Palabra en nuestras propias vidas, para abrirnos como mensajeros de buenas nuevas al mundo de hoy.

Jesús es el Dios con nosotros, cuando engendramos vida, amor, fe, esperanza, reconciliación, cuando somos capaces de renovar el corazón de las estructuras mismas de la sociedad con obras que conducen a la vida y trabajamos para que el pecado del egoísmo, de la ambición del poder no se afirmen, sino que crezca el valor de la vida y el compromiso de hacer de esta historia cotidiana, una historia de amor y de vida, de libertad y de paz, de contemplar el rostro del Dios vivo en toda persona humana que aspira a vivir mejor este mensaje de Jesús, haciendo la voluntad de Dios como lo hizo María: contempló y amó, experimentó la alegría de servir, porque supo reconocer la presencia de la Palabra que nos da vida.